Ya es de reconocimiento público que existe un malestar docente, así como un malestar de los alumnos, que no encuentran en la escuela un espacio significativo. En este sentido, hay una gran distancia entre la “cultura escolar” y la “cultura de los jóvenes”, es decir, entre la lógica de la escuela, lo esperable, y las características de los adolescentes que concurren a diario. Algunos contraponen como irreconciliables ambas culturas, argumentando que es la propia institución escolar la que construye y naturaliza esta oposición.

Si se entiende a la juventud desde una perspectiva de construcción sociocultural, que contemple la historia biográfica del sujeto, permite reconocer las singularidades de las trayectorias juveniles. Sin embargo, en general, en la escuela, se ve a los jóvenes en el marco de  estereotipos rígidos,  con una mirada cristalizada sobre sus recorridos individuales. Incluso, a veces, pareciera que lo único preocupante es que estén todo el tiempo en la escuela, culpabilizando a las familias de las dificultades en la escolarización de sus hijos, en lugar de cuestionar qué  se hace  con ellos en las horas de clases.

Está claro que la escuela no es un espacio aséptico ni homogéneo, pues la presencia de variables socioeconómicas y culturales juega un papel importante, aunque no determinante, en el éxito educativo. Varios autores señalan que un gran obstáculo radica en que muchos jóvenes atraviesan por situaciones de precariedad y pobreza, por lo que deben asumir ciertas responsabilidades con el fin de ayudar al bienestar de sus familias. Al respecto, Tenti Fanfani plantea que uno de los puntos críticos que estarían limitando la expansión del nivel medio se relaciona con las condiciones sociales necesarias para sostener la escolarización de los jóvenes especialmente en contextos de crisis y exclusión social.  

La Ley de Educación Nacional y las Resoluciones del Consejo federal de educación dan marco legal no sólo a la obligatoriedad escolar, sino también a las multiculturalidades  que encontramos en nuestro campo de trabajo, pero, sin embargo, no alcanza. Si tomamos en cuenta que América Latina es la región más desigual del planeta, con un coeficiente de Gini de 0.53 (es un valor entre 0 y 1, en donde 0 significa la igualdad perfecta y 1 corresponde a la desigualdad máxima), es necesario direccionar los proyectos institucionales como un instrumento para avanzar en una transformación progresiva del modelo institucional de la educación secundaria y de la prácticas pedagógicas que implica, generando recorridos formativos diversificados.

F. Terigi (2010) plantea que hubo una serie de supuestos que han caracterizado a la escuela, tales como: “si no van, no aprenden”, “todos aprenden todo”, “se aprende de una sola vez”, frases naturalizadas que no permitirían pensar en otras alternativas. No obstante, hoy en día,  se debe discutir de qué manera modificamos esos prejuicios, rompiendo especialmente con algunas  “verdades” que se sostienen en la escuela.

Este es el nuevo desafío, pensar nuevas propuestas fundamentadas y acordes con los sujetos y contextos en que nos hallamos insertos. Para ello, una de ellas podría ser la integración de  las TIC. Lejos de resultar un escollo, las netbooks del programa Conectar Igualdad podrán ser la herramienta para superar las dificultades que señalaba anteriormente, a través del  aprovechamiento de los beneficios que tiene en el aprendizaje la colaboración entre pares, el reagrupamiento periódico de los alumnos y la formación de los alumnos para el trabajo autónomo. Trabajar grupalmente es fundamental a fines de realizar un trabajo colaborativo; esto es, con una interdependencia positiva y una interacción cara a cara, en tanto los estudiantes se fortalecen académica y actitudinalmente y, a su vez, se aprovechan las habilidades cognitivas y sociales de cada integrante del grupo.

Los docentes podrán estructurar la enseñanza en pos del aprendizaje colaborativo, con grupos virtuales de trabajo en red, esto es un trabajo colaborativo mediado por las netbooks, con estrategias de enseñanza y aprendizaje en la cual interactúan dos o más sujetos para construir el conocimiento a través de discusión, reflexión y toma de decisión, proceso en el cual los recursos informáticos actúan como mediadores. El éxito y el fracaso del aprendizaje dependerán de la capacidad que tengan las instituciones para adecuar contenidos y dispositivos didáctico-pedagógicos.