El 23 de abril de 2017 los franceses elegirán a su presidente. Si no lo confirman en esa fecha, lo resolverán en la segunda vuelta, prevista para el 7 de mayo. Ante esta circunstancia, se advierte que lo que está sucediendo en buena parte de Occidente, especialmente en Europa y en los Estados Unidos, golpea también las puertas de Francia: el sistema político se inclina hacia las ideologías de derecha.

El Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen aparece en los sondeos de opinión como favorito con su propuesta antieuropea, antiliberal, anticapitalista, xenófoba, ultranacionalista, pidiendo la ruptura con la zona euro y la expulsión masiva de inmigrantes.

Las elecciones regionales de diciembre de 2015 mostraron un país fragmentado en tres partes. Casi 7 millones de personas votaron por partidos del centro y la derecha tradicionales, más de 6 millones de electores votaron a la extrema derecha, y casi 8 millones lo hicieron por partidos de izquierda.

En los últimos 50 años Francia tuvo un modelo bipolar, enfrentando a partidos de la izquierda y la derecha tradicionales. Desde diciembre de 2015 parece haber adoptado un modelo de tres polos en el cual la derecha tradicional y la extrema derecha se profesan un odio visceral. 

Por su parte, la derecha y la izquierda tradicionales mantienen diferencias que les impiden formar una “gran coalición” capaz de vencer a la ultraderecha en una primera vuelta. Marine Le Pen apostó a seguir creciendo a expensas de ese duelo entre la izquierda y la derecha tradicionales y no se equivocó.

Lo cierto es que en apenas veinte años, el FN se ha transformado en el partido más votado por los obreros y en el segundo más elegida por los jóvenes. Fue la formación más votada en las elecciones europeas de 2014 y en las regionales de 2015. Distintos sondeos afirman que Marine Le Pen puede vencer a Francoise Hollande o a Nicolás Sarkozy en la primera vuelta de la elección presidencial a celebrarse en 2017.

La división del electorado de izquierda

Tras un gobierno lleno de altibajos, con varios atentados terroristas a cuestas que no fueron previstos y más políticas de austeridad que las esperables de un gobierno socialista, la presidencia de Francoise Hollande no goza de una popularidad muy notoria. 

En ese contexto, el exministro estrella de Hollande, Emmanuel Macron, anunció que será candidato a la presidencia. 

En abril de 2016 lanzó el movimiento político ¡En Marcha! abandonando el socialismo al que perteneció desde los 24 años. Posteriormente, el 30 de agosto, renunció al cargo de ministro de Economía, siendo el funcionario mejor valorado del gobierno y el político de la izquierda preferido de los franceses. Aunque habría que redefinir qué entienden por “izquierda” los franceses, teniendo en cuenta que se trata de un hombre devenido millonario gracias a su trabajo para la banca internacional y con fluidos vínculos con poderosos empresarios. 

Macron y su nuevo movimiento aparecen como divisores del electorado de izquierda y se transformarían de ese modo en una suerte de garantes de un próximo triunfo de la derecha. Pero ¿de qué derecha?

El Frente Nacional avanza pero quizás no le alcance

El mundo se encuentra en una etapa globalifóbica, como ya lo demostró el Brexit y la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos, sin contar el reverdecer de los movimientos reaccionarios de ultraderecha en el este europeo. 

La preocupación respecto de Francia se sitúa en el crecimiento sin pausa del FN, para el cual, la candidatura de Macron debería ser bien recibida. Sin embargo, el movimiento liderado por Marine Le Pen, afirma que Emmanuel Macron no es un candidato nacional ni representa los intereses del pueblo, sino que representa aún a la Banca Rothschild para la cual trabajó y a distintos medios masivos de comunicación franceses. En un punto, Le Pen le critica a Macron las mismas cosas que Trump le criticaba a Hillary Clinton.

Antes de que Francois Hollande lo nombrara ministro de Economía, Macron representaba los intereses de los Rothschild y ocupaba el puesto de uno de los socios gestores del banco Rothschild & Co. En Francia, su entrada en la carrera presidencial, así como su trabajo como titular de Economía provocaron distintas reacciones. 

Le Pen lidera las encuestas con vistas a las presidenciales, pero la irrupción de Macron y la división del voto de izquierda la llevaría a competir con el candidato de la derecha conservadora tradicional, el expresidente Nicolas Sarkozy.

Pero el FN también tiene un largo pasado de derrotas electorales que podría jugar contra Marine Le Pen. De hecho, las encuestas sugieren que podría ser derrotada en la segunda ronda por el candidato conservador, apoyado por los votantes del centro-izquierda, algo que ya tiene como antecedente la victoria de Jacques Chirac sobre el padre de Marine, Jean-Marie Le Pen.

Una característica de la política francesa es que en la primera vuelta electoral, los votantes optan por “su candidato” pero en el ballotaje, eligen a “su presidente”. Dicho de otro modo, el sistema político francés, poco proporcional, ha sido un freno hasta ahora para las ambiciones del FN dado que en todos los ballotajes permitió que votantes de izquierda y derecha inclinaran la balanza en su contra y lo dejaran de hecho sin cargos de relevancia. 

Pero pese a esto, el FN sigue creciendo elección tras elección y a cada paso parece demostrarle a sus votantes que el sistema electoral le es adverso y está puesto al servicio de los sectores tradicionales de poder.

Lo que puede advertirse es que, más allá de que se trate de los euroescépticos reaccionarios o de los conservadores, son los partidos de derecha los que disputarán la presidencia de Francia.