Lo dicen a cada paso, en cada intervención, en toda participación pública en la que tienen oportunidad. Pero parece que o no se los escucha bien o no se les presta atención a sus palabras.

Un error, un problema porque las consecuencias serán estridentes para todos. El flamante titular del Banco Nación, Javier González Fraga volvió a ser elocuente como siempre, apenas asumió el cargo en reemplazo de Carlos Melconian. “No tiene sentido incentivar el consumo, no da resultado y genera inflación”, dijo y agregó además que es una mala receta “proteger tanto el empleo” porque si por ese motivo el negocio no es rentable, nadie sale ganando. A esta altura no debería haber ninguna duda para nadie de que el gobierno persigue con tenacidad la flexibilización laboral.

Los funcionarios del presidente Macri (y él mismo, por supuesto) creen a manera de dogma que no sirve poner plata en el bolsillo de los trabajadores. Por eso González Fraga se descolgó con aquella frase sobre que nos hicieron creer a todos nosotros que podíamos comprar plasmas, cambiar los celulares todos los años o viajar el exterior. Según el economista, esa es una ilusión populista en la que todos vivimos. No es para todos ese nivel de consumo, porque lo esencial para este modelo es que el trabajador gane menos, no que consuma más. Por eso no le prestan atención al mercado interno, no toman ni una sola medida favorable en esa dirección.

Los sectores favorecidos del actual diseño económico (los agroexportadores, las mineras, la especulación financiera y las compañías energéticas) no necesitan consumidores y tampoco demasiados trabajadores, ya que juntas emplean sólo el 11 por ciento el total nacional.

Pero cuando se dicen o escriben estas cosas, el público no politizado duda. Cree que son rémoras del gobierno anterior que buscan excusas para poner palos en la rueda de la administración de Cambiemos. Cuando la confianza en el futuro inmediato persiste, parece vana la prédica de malos augurios. Como se dice habitualmente, nadie quiere hablar de los vidrios rotos en medio de la fiesta.

Por eso el presidente puede decir sin ponerse colorado que “el empleo está creciendo” y que “han abierto sus puertas más fábricas de las que cerraron”. Y al día siguiente el INDEC confirmó que en 9 meses del 2016 se habían destruido 128 mil puestos de trabajo privado y que la caída de la actividad económica seguía acelerada en todos los rubros. Por eso también, Jorge Triaca (calificado como el peor ministro de Trabajo de la historia por varios jefes sindicales) se esfuerza por atribuir los problemas de empleo a “la pesada herencia” y asegura que el desempleo actual deviene de los errores del gobierno anterior. Por eso también Macri tiene listo un decreto de necesidad y urgencia para modificar la ley de las Aseguradoras de Riesgo de Trabajo y flexibilizar también la justicia laboral. En línea con lo que dijo cuando le pidió a los jueces que “fallen un poquito más a favor de los empresarios y menos a favor de los trabajadores”. Un país sin trabajadores o con trabajadores empobrecidos, nunca será un gran país. Es así de sencillo.