Venía de un comienzo de año bastante complicado. Dificultades laborales y una importante crisis de pareja habían marcado el rumbo del inicio de una mala temporada. Y como bien se dice, cuando el dolor no se puede exteriorizar explota en alguna parte del cuerpo. Una anemia severa provocada por una alteración funcional del útero me llevó a dos intervenciones menores, una de ellas en quirófano, que sin mayores complicaciones, tampoco llevaron a ninguna solución. Se resolvió, como paliativo, seguir adelante con un sencillo tratamiento hormonal.

Mientras tanto, mi médico, José López, con buen criterio, aprovechó la oportunidad entre consultas para hacerme realizar todos esos tediosos estudios ginecológicos de rutina, a los que uno va dejando pasar por falta de tiempo y que se toma otro tanto para ir a buscar los resultados. Esos que a veces uno tarda años en volver a hacerlos, pese a las eternas campañas de concientización.

Dejé pasar un tiempo para la mamografía y otro tanto para ir a buscarla. Pero el día que tenía turno para el alta por lo del útero, salí con desgano a recolectar resultados de estudios, que luego, casi al final de la consulta entregué.

Papanicolaou, análisis de sangre, a los que el médico los iba viendo y pasando, porque obviamente eran de rutina y estaba todo bien. Hasta que percibí que a la senografía de pecho le prestó especial atención.

“Mira Andreíta, vamos a tener que pedir una ampliación de la del pecho izquierdo, una microcalcificaciones agrupadas que no me gustan mucho”. La novedad fue de tal sorpresa; porque yo que nunca le doy bola a esto del control, de casualidad y después de varios años, me había hecho una hacía sólo seis meses que había dado todo bien.

Con algunas lágrimas de por medio, me pedí turno para una senografía ampliada. La espera de los resultados, que es de una semana, se hace eterna, la angustia nocturna no es tan buena compañía. Pero ahí está uno con su alma.

Ese día fui a la radio y de ahí, entusiasmada y convencida que todo iba a estar bien, fui nuevamente por mis resultados. Obviamente que los leí e inmediatamente los googlé. Eso que para mí era chino básico, Bi-RADS categoría IV, terminó siendo según internet no muy alentador.

El camino hasta el sanatorio fue entre más lágrimas. “Ay Andreíta, si dejamos esto así como está es una­ bomba de tiempo, tenemos que saber qué es para resolver luego que vamos a hacer. Te tenés que someter a una Biopsia Extereotaxica de Suros”, dijo el médico.

El día del Suros, entrás en pausa. Las enfermeras o asistentes son un amor, al médico que hace la Estereotaxica ni lo ves, solo sabes que entró, te habla y después que te perforó el pecho en varias ocasiones, de espaldas como es el estudio, te desea suerte y que salga todo bien. Esa máquina te saca el tejido a analizar, es como un taladro esos del pavimento, el mismo ruido y la misma sensación en el cuerpo, llega un punto que no sabes ni siquiera si duele, solo te querés ir.

Tres días sin mover el brazo y una semana sin hacer fuerza. Mi pregunta fue ¿Y jugar al tenis cuando puedo? Claro parecía frívola la pregunta, pero sabía que poder pegarle a la pelota me conectaba con mi vida nuevamente. Dentro de una semana vas a poder, me dijo.

Y a partir de ese momento la cabeza vuela, tres días sin hacer nada son suficientes para leer todas la opiniones online de especialistas y pacientes que están pasando por eso.

Una semana después, Doctor López esperaba por mí. “A ver Andreíta…". E hizo una gran pausa. Estás para festejar, te hicieron una escisión completa del grupo de las microcalcificaciones agrupadas y te colocaron un clip metálico como para un potencial reparo. No hay signos de trasformación maligna. Un riguroso seguimiento y los estudios cada seis meses serán el tratamiento a seguir”.

Volví a casa a empezar de nuevo y a reencontrarme con mis cosas. Esto fue posible gracias a los estudios de prevención. Por estos días me toca la revisión de rutina y a través de estas líneas yo me sumo a la Campaña de Concientización en el mes contra el cáncer de mama.