La escalada de agravios personales entre Kim y Trump ingresó en una espiral aparentemente incontenible que a diario pone al mundo en vilo, como si no fuera suficiente con los desastres naturales que azotan al planeta. 

Durante el debate general anual de la Asamblea General de la ONU que tiene lugar por estos días, el presidente estadounidense arrojó una de sus bravatas más duras de los últimos tiempos, y que cobró un significado más grave que en cualquier otro contexto, dado que lo hizo ante el plenario del organismo encargado de velar por la paz y la seguridad globales. Allí se refirió a Kim como el “hombre cohete” (the rocket man) a propósito de las últimas pruebas misilísticas ordenadas por el líder norcoreano y que pusieron en vilo a Japón.

Pero también amenazó con "destruir totalmente" Corea del Norte si entendía que los Estados Unidos se veían obligados a defenderse a sí mismos o a cualquiera de sus aliados.

En un mensaje sin precedentes atribuido al líder norcoreano redactado en primera persona y publicado junto a una fotografía suya leyendo el comunicado en su despacho, la devolución de Kim Jong-Un no se hizo esperar. Allí aseguró que consideraba una respuesta “al más alto nivel” contra Donald Trump que estaría “más allá de sus expectativas”. Y agregó: “Domaré con fuego al viejo senil estadounidense mentalmente desquiciado”.

Palabras cargadas de violencia

El problema no lo constituyen las palabras en sí mismas, sino quiénes las pronuncian, la carga de violencia que conllevan y la capacidad real de hacerlas cumplir. 

Trump, parece proponer -sin más- la guerra. Teniendo en cuenta que gobierna la principal potencia militar del planeta, con una capacidad destructiva como la humanidad no viera nunca antes, a nadie se le escapa que la posibilidad de arrasar por completo a Corea del Norte es genuina. 

Sin embargo, no parece viable que los Estados Unidos de América fueran a iniciar una nueva Guerra Mundial, porque sería la primera vez que lo hicieran (y tal vez la única), poniendo en peligro no ya su liderazgo como país, sino la supervivencia de la raza humana en su conjunto. Corea del Norte se defendería con todo lo que tiene y, en ese caso, Japón y Corea del Sur desaparecerían del mapa, además de incorporarse al conflicto las otras dos grandes potencias planetarias, China y Rusia. 

Cabe pensar entonces que, si Trump amenaza constantemente a Kim pero no puede demostrar el cumplimiento efectivo que hará de esas amenazas -en referencia al plano militar y no al comercial donde casi no quedan más sanciones que aplicarle al régimen norcoreano- entonces su discurso está dirigido a alguien más. Posiblemente, al público prodestinatario, es decir a su base de sustento electoral, a ese conjunto de hombres y mujeres estadounidenses que sin reflexionar demasiado y permeables al adoctrinamiento del miedo, lo llevaron al poder, considerándolo mejor que otros por el sólo hecho de ser un hombre ajeno a las estructuras políticas.

El programa político doméstico propuesto por el presidente estadounidense se ha tornado prácticamente inviable debido a los límites impuestos por otras instituciones democráticas fuertes como el Poder Judicial y el Congreso. A la administración Trump entonces, no parece quedarle mejor herramienta a mano que apelar a la argucia del “enemigo exterior”. La amenaza de un tercero y de una eventual guerra actúan como factores aglutinantes y tienden a matizar las diferencias puertas adentro.

Kim Jong-Un tiene a favor suyo que Corea del Norte no debe ni quiere presentarse como un país responsable frente a una Comunidad Internacional a la que no le debe nada, porque -de hecho- no hace más que aplicarle sanciones que perjudican su desarrollo. Es entonces que las amenazas de Kim suelen ir acompañadas de una clara demostración de que está dispuesto a cumplirlas. Horas después de que el líder norcoreano respondiera a las amenazas de Trump, su gobierno dejó trascender que considera un nuevo ensayo nuclear sobre el océano Pacífico, mediante la detonación de una bomba H. Desde Corea del Norte afirman que se logró crear una bomba de hidrógeno "más desarrollada" que puede ser montada en un misil balístico intercontinental. Esto sugiere una hipótesis preocupante y es que corea del Norte podría llevar a cabo una detonación nuclear atmosférica sobre el Pacífico. 

Hay dos mecanismos para una prueba como esa. Uno de ellos es que se prepare el dispositivo misilístico que mostró al mundo antes de su prueba nuclear del 3 de septiembre y demuestre sobre Japón y el Pacífico una capacidad termonuclear creíble. 

Dada la insuficiencia de los actuales sistemas de defensa antimisiles de los Estados Unidos y de Japón, no es para nada seguro que una prueba así pudiera ser interceptada. El fundamento de una prueba de éstas características es que en la década de 1960, los estadounidenses dudaban de las capacidades nucleares de China hasta que el país colocó un arma nuclear en un misil balístico y realizó una detonación atmosférica. Sólo entonces reconocieron a China como un Estado nuclear.

Sin embargo, los riesgos de una prueba como esa son inmensos. Los miembros de la marina y aviación civil en el área del objetivo pueden morir, dado que Corea del Norte no emite advertencias internacionales de sus planes de lanzamiento de misiles a diferencia de otros países que rutinariamente realizan esa clase de pruebas. Además, el daño ambiental y las lluvias radiactivas podrían resultar catastróficos. Si el lanzamiento fracasa o el proyectil explota antes de tiempo, las consecuencias podrían conducir a una guerra nuclear como represalia. Una prueba nuclear atmosférica de Corea del Norte representaría el clímax de su provocador comportamiento. Incluso podría desencadenar un conflicto militar si los gobiernos de los Estados Unidos, Japón y Corea de Sur determinan que no se puede tolerar esa conducta.

Un segundo mecanismo podría ser detonar un dispositivo nuclear en el mar a bordo de un barco. En ese caso, las probabilidades de que la inteligencia estadounidense detectara e interceptara el buque norcoreano serían más altas.

Dos supervillanos y ningún superhéroe

Hasta el momento, el gobierno totalitario de Corea del Norte y su líder, no han hecho más que apelar también ellos al viejo truco de recurrir al miedo fundado en el “enemigo exterior” como instrumento aglutinante y autojustificador. 

Las diferencias entre Corea del Norte y los Estados Unidos son muchas, comenzando por el claro desbalance de poder entre ambos países, entre los valores políticos que representan uno y otro, y ante la responsabilidad que tiene cada uno ante el concierto de naciones. Sin embargo, algunas metodologías son tan similares que asustan. 

Deben señalarse por último dos particularidades de la retórica hostil de Kim contra Trump. La primera es el ataque personal. Kim arremete contra el presidente estadounidense tratándolo de “mentalmente desquiciado”, “senil” y “perro asustado”. Esta forma no es la más habitual en su discurso y posiblemente apunte a diferenciar entre el presidente y el Estado al cual representa. La segunda, es que resulta llamativo que Kim no haga referencia a la “política hostil” estadounidense, en un momento en el que se le están aplicando sanciones de todo tipo a Corea del Norte.

Esa “política hostil” es la principal preocupación norcoreana que recae sobre las alianzas de los Estados Unidos con Corea del Sur y Japón, y la eventual provisión de un paraguas de cobertura nuclear para ambos países. Dicho de otro modo, Trump es un fenómeno imprevisible y preocupante inclusive para Kim Jong-Un, que intentaría -mediante el ataque personal- demostrar que él es capaz de distinguir entre un líder peligroso aunque coyuntural como Trump, y los Estados Unidos, como un país con el cual eventualmente -y con otro liderazgo- se podría negociar. 

La guerra dialéctica entre “el hombre cohete” y “el viejo mentalmente desequilibrado” continuará como si de dos supervillanos dignos de un cómic se tratara. Lamentablemente, la humanidad no tiene ningún superhéroe que la proteja de ese dúo suicida.