Con todo respeto, no era la mejor fecha para recibir a Barack Obama en el país. La frase le pertenece a una de las personas más lúcidas, respetadas y admiradas del país: La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. Y es difícil estar en desacuerdo. El contexto de los 40 años del golpe militar de 1976 no podía ser menos auspicioso. Durante una presidencia que no tiene en un lugar de privilegio en su agenda a los Derechos Humanos y con la presencia del presidente de un país que ha sido responsable directo de la proliferación de las dictaduras en América Latina en los años 70.

Fue un periodista del diario La Nación el que hizo la pregunta que había que hacer en la conferencia de prensa conjunta que brindaron ambos mandatarios. “¿Cuál es la autocrítica que hace Estados Unidos por las dictaduras militares en América Latina en los años ’70?”, disparó el cronista. Obama no esquivó el tema pero dio un largo rodeo para concluir en que Estados Unidos “siempre hace sus autocríticas”. Y trastabilló ostensiblemente cuando agregó que iba a “visitar tumbas” de las víctimas de la represión. Rápidamente en las redes sociales lo corrigieron: “Obama, no hay tumbas porque son desaparecidos”.

También es clave preguntarse por qué Obama ahora en Argentina. Se podría concluir en que vino a señalar el rumbo de una región que de a poco va dejando paso a gobiernos que no vacilan en abrir nuevamente las puertas a los capitales norteamericanos.

En ese marco se pretende hacer ver que los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, Ignacio Lula da Silva y Hugo Chávez, estaban sumidos en una antigua y dura retórica antinorteamericana cuando en 2005 le dijeron no al Alca de George Bush. Se trata de ocultar lo que significaba intentar negociar desde una posición de dignidad frente a la principal potencia del mundo. Contrariamente a lo que se pregona, Argentina no estaba fuera del mundo en esos años, estaba “de otra manera” en el mundo. La diferencia es enorme.