El comienzo de las clases es un momento crucial para el entorno familiar porque implica cambios de rutinas y nuevas ansiedades ante el ingreso a la escuela. Si se toman precauciones, las familias pueden vivir sin angustias y disfrutar esta transición de tiempo de ocio a la rutina escolar.

Para que no sea vivido como un momento rígido, brusco, algunas de las pautas a seguir podrían ser: conversar con los niños sobre los cambios que deberán afrontar y sobre los horarios en los que se deberán levantar, hacer las tareas, jugar, mirar la TV o ir a dormir ya que un nuevo ritmo de vida les demandará un esfuerzo diferente al realizado durante el verano. También convendría también visitar la escuela, mucho más aún si es la primera vez que irán a ella, recorrerla juntos, conocer los patios, las aulas, saber quién será la maestra para poder disminuir la ansiedad que esto pueda generar. En familia, preparar la mochila y la ropa requerida por el colegio hablando continuamente de esta nueva etapa que se inicia. Y, por qué no, contarles algunos de los propios miedos o experiencias que como alumnos todos hemos pasado.

Dormir bien, desayunar con tiempo, volver a los hábitos normales, a practicar el deporte elegido, a la rutina que se dejó en diciembre, requiere de un esfuerzo de los chicos y de los padres.

Sin embargo, si se mantienen ciertas actividades que se practicaban en el verano, si se permite a los niños seguir con las amistades que nacieron en algún viaje, si gradualmente se realizaron las tareas encomendadas por la maestra del año anterior, el nuevo período será vivido de forma progresiva e imperceptible para el niño.

El diálogo con ellos sobre el cambio que están afrontando es una herramienta que podrá servir para demostrarles que una etapa que empieza, implica ir dejando atrás otra no menos fructífera, y, en definitiva, hacerles ver que crecer cuesta trabajo.