“Aquí en Miami nos gusta más el Barcelona que el Real Madrid”, relata Hugo, el chofer que traslada a un grupo de turistas argentinos desde Ocean Drive hasta Little Havana, el pequeño barrio cubano que recibe a los argentinos en su entrada con la foto de otro rosarino: Fito Páez. El músico argentino hace unos pocos días tocó en Miami y los cubanos son fieles seguidores de la obra de Páez. Es así que la publicidad de su show es una maniobra estratégica y la asistencia al mismo así lo ha demostrado.

 

Los Rolling Stones tocan dentro de tres días en Orlando y, en el marco de la gira por Estados Unidos, un grupo de rosarinos se sumó a varios argentinos que decidieron viajar a verlos. Todos aprovechan los días previos para recorrer otras ciudades. La charla con los residentes en Miami surge fácilmente y ronda casi en su totalidad sobre uno de los símbolos que los representan y apasiona: el fútbol. Rosario siempre presente, en la figura de Lionel Messi.

“Sacando a Messi, el otro jugador que queremos es Mascherano”, agrega el chofer cubano. Para sorpresa de los muchos presentes, que sólo adjudicaban el efecto “Hoy te convertís en héroe” en tierras argentas. Y los rosarinos de viaje acotan lo que no podía faltar: “También lo queremos a Masche, nació en San Lorenzo, muy cerca nuestro”.

Llamativa manera de visitar el exterior: hablar de lo que se tiene cotidianamente y buscar lugares que sean parecidos al lugar de origen. Sin embargo, no todo es el balón y 22 jugadores. La charla se desarrolla en una Van que traslada a los argentinos a las zonas de Miami que tienen menos exposición mediática en Argentina. Así es que llegan al Way Woods Walls, un barrio de Miami donde hacer arte en las paredes en completamente legal y no se necesita permiso alguno. Desesperados tratan de conseguir un tarro de pintura para plasmar frases que, por fin, nada tienen que ver con el deporte en cuestión. Algunos dibujos titulados con nombres de canciones, y ya. Además, aprovechan y visitan galerías de pinturas, y bares hermosamente decorados con arte pop.

 

 

Ocasionalmente surge el comentario que remite a la momentánea tierra perdida: “Qué lástima de que no haya un lugar así allá”. El punto de referencia, siempre, es el origen. Y la nostalgia el destino final. Estando donde estén, contando lo que cuentan, siempre se compara con donde se reside la mayor cantidad de tiempo. Así pasa luego que, de vuelta en Ocean Drive, van al News Café, y se escucha a un rosarino decir “Esto está bueno, se parece al Diablito bar”. A metros está la casa que fuera propiedad de Gianni Versace, donde hoy el morbo de pasar la temporada allí lleva a pagar 10.000 dólares la noche. Y donde centenares de turistas se sacan fotos en la puerta comentando “Mandale la foto a papá. Decile que acá lo mataron a Versace”. Pero no importa. Entrada la noche los domina la nostalgia y buscan desesperados señal de Wi Fi para mandarle a los amigos “que quedaron allá” la foto del bar que se parece al de Rosario.

 

Tampoco importa que unos metros hacia el otro lado del café se encuentre un edificio con departamentos donde se filmó Scarface. Consiguen señal justo ahí, y uno comenta como al pasar “Mirá que loco, acá fue la escena donde Pacino y el amigo le zarpan la falopa a unos narcos y los cortan con una motosierra en la bañera”. 

Pero antes de que acote algo más, interrumpe otro mirando su teléfono y dice “Ya está, les llegaron las fotos del bar a los pibes”, y le contestan mientras fotografían la placa que acredita la escena del film “Ojalá en el show de los Stones haya wi fi, así le mandamos imágenes en vivo a los pibes, que se quedaron en Rosario”.