Fue el más joven del Mundial de Sudáfrica pero Sabella prefirió no contar con sus servicios en Brasil. Martino lo trajo de nuevo a la selección. “Es el jugador que más me sorprendió el último tiempo, está cada vez mejor”, dijo el DT. “Tengo la suerte de jugar en la selección en el mismo puesto que en mi club, algo que no es fácil que suceda”, devuelve Javier Pastore, el fino volante ofensivo que anoche desarmó la férrea defensa uruguaya para propiciar el gol de la victoria albiceleste.

El partido se presentó friccionado, con jugadas de corta duración y pocos espacios. En contadas ocasiones el equipo pudo enhebrar jugadas colectivas. En la mayoría de ellas participaba Javier Pastore (Córdoba, 1989). El de perfil más bajo de los de arriba fue el más determinante dentro del campo de juego (creo cuatro jugadas de peligro y recuperó tres pelotas).

Recibió de Messi y habilitó a Zabaleta. Con algo tan simple como eso destrabó el partido. Ni siquiera una asistencia. Flotó sobre la pelota y tocó mordiéndola y dejando indefensos a los uruguayos, inteligentes y difíciles de superar en el mano a mano. Como le gustaba hacer en Villa Esquiú, el campo de deportes de Belgrano de Córdoba, cuando los visitaba con la quinta categoría de Talleres. “Pisaba la pelota, la llevaba hasta la línea de cal, bien cerca de dónde estaban los padres de los rivales -me cuenta un colega de la vecina provincia- y con un pase de baile los dejaba en ridículo, ¡Las cosas que le decían!”.  

El trabajo de Pastore hubiera quedado flaco como él sin la presencia de Lucas Biglia, clave para recuperar el famosísimo y necesario equilibrio. El de la provincia de Buenos Aires mostró clase al tocar, rudeza al pelear e inteligencia al cubrir espacios. Puesto en la selección por Batista, sostenido por Sabella y ratificado por Martino, el rubio centrocampista parece pieza fija en este equipo.

 

 

Tanto él como Pastore, con muchos menos minutos de publicidad y aparición en cámara, le dieron a Mascherano, Messi y Di María (este último fue el que más pelotas perdió) el material que ellos no pudieron producir.

También fue importante Zabaleta, evidente pieza fundamental para terminar de completar los ataques corales de los que tanto disfruta el entrenador. Fue él quien envió el centro a un astuto Agüero para amargarle a Muslera, el arquero charrúa, el día de su cumpleaños.

A pesar del desorden para atacar en el primer tiempo Argentina mejoró aspectos básicos para pelear este tipo de competencias con respecto al partido anterior. Hubo un mayor equilibrio y si bien la diferencia obtenida fue menor a la conseguida con Paraguay, la sensación en el estadio La Portada fue que, salvo alguna pelota aérea, argentina tenía todo controlado.