La semana que pasó la pobreza se notó un poco más. Porque se vieron pobres la argumentaciones para defender el trabajo de la Universidad Católica Argentina que llevó el índice –de pobreza- al 28 por ciento. No había allí pretensiones científicas o una idea de describir con la mayor precisión posible al sector de argentinos que sufren todo tipo de privaciones. Había sí, una necesidad imperiosa de lastimar al gobierno olvidando que muchos célebres egresados de la UCA tuvieron altas responsabilidades y cargos en administraciones anteriores y que, precisamente mucho tienen que ver con la pobreza Argentina.

Pero el ensayo duró poco. Generó repercusiones altisonantes, cuestionamientos a las políticas públicas justo cuando el Congreso aprobaba por unanimidad la ley de movilidad para la Asignación Universal por Hijo y las demás asignaciones familiares.

La respuesta llegó de la mano del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que basándose en cifras del Banco Mundial –y no del Indec- ubicó a la Argentina entre los países que "más han bajado la pobreza" y ubicó la cifra en el 10,8 por ciento. Casi tres veces menos que el informe privado.

La pobreza es una situación difícil de vivir y atravesar y también de medir. Si se tiene en cuenta que el informa del Cesyac dio para el mes de junio para una familia tipo de clase media un costo de 13.700 pesos; y considerando que el 50 por ciento de los asalariados en blanco del país ganan menos de 6 mil pesos; podríamos decir que Argentina tiene casi un 60 por ciento de pobres.

La cuestión es en dónde se pone la vara. No hay números inocentes ni en los estudios sociales ni en los datos económicos. Porque aún teniendo en cuenta bajos ingresos, no son lo mismo los mil pesos de la crisis del 2001 con un Estado en fuga y sin contención social, que los mil pesos de hoy. Siguen siendo poco, pero se suman a un conjunto de medidas que han alentado el consumo y han logrado generación de derechos para los más necesitados y una contención social que no existía. Revertir la pobreza estructural, eso sí es otra cosa. Es lo que se llama el "núcleo duro" por ejemplo de los desocupados. Llegar hasta allí es una de las deudas, precisamente, del Estado nacional.