Las cruzadas de vecinos y militantes sociales por recuperar los territorios copados por el narcotráfico están lejos de ser consensuadas y pacíficas. En Villa Banana, en el oeste de la ciudad, pueden dar fe de los retazos de una violencia sin tregua cuando se trata de erradicar a quienes se dedican a la venta de droga. La lucha, desigual por donde se la mire, gratifica pero también paraliza. No es gratuita. En barrio Triángulo, la disputa se cobró una vida y dejó a un militante al borde de la muerte. El responsable de esos ataques, un narcotraficante conocido como Pandu, hoy está tras las rejas. Sin embargo, en los próximos días podría quedar en libertad al vencer el plazo de la prisión preventiva. La sola idea de volver a "convivir" con este narcotraficante atemoriza a las familias de la zona.   

En cada barrio, en cada asentamiento, la disputa por los espacios públicos adquiere particularidades propias. En el extremo de Puente Gallego, por ejemplo, la lucha emprendida por un grupo de madres tuvo un final: echaron al narcotraficante de turno y transformaron un búnker en un comedor para los más chicos. Sin embargo, en Villa Banana, el enfrentamiento entre vecinos, militantes y soldaditos derramó mucha sangre. 

El 3 de febrero, Javier Barquilla, hermano de un militante social de la Comunidad Rebelde, una agrupación que, tras la apertura de un centro comunitario, se instaló en el barrio para ayudar a las familias más postergadas, fue asesinado de dos disparos al llegar a su casa. La víctima tenía 37 años y se dedicaba a la albañilería. Por aquellos días, los testimonios de los vecinos daban cuenta de una alarmante desprotección:  "Acá los que se animan a hablar y denunciar aparecen muertos", contaban atónitos los residentes de la zona. 

 

 

Un mes más tarde, el blanco de las balas fue un integrante de este grupo de militantes.  El 7 de marzo, David Muñoz, 29 años, recibió un disparo criminal que lo dejó al borde de la muerte. El joven tuvo una larga internación. Los médicos le habían dado pocas probabilidades de vida. Pero se recuperó. Hoy está en su casa en la última etapa de la rehabilitación. "Por suerte ya está bien, su lucha era la más importante. Ahora queremos que la justicia llegue al fondo con este caso y que se termine la complicidad policial en los barrios con los narcotraficantes", le explicó a Rosarioplus.com Carolina Vicente, una de las voceras de la organización.

David y Carolina fueron dos de los militantes que en 2012 colaboraron en la construcción del centro comunitario, luego de que los vecinos derrumbaran un búnker en la intersección de Felipe Moré y las vías del tren. Aquellos narcos se marcharon. Pero llegaron otros, dispuestos a reinstalar el negocio. 

A Muñoz lo balearon el mismo día en el que Comunidad Rebelde tenía previsto reabrir el lugar en el que asisten y comparten actividades con la gente del barrio. La violencia de los narcos los había obligado a cerrar en febrero. Por el ataque, cayeron en un primer momento dos "soldaditos" de 18 y 19 años. A fines de abril fue apresado "El Pandu", el líder de esta nueva banda, quien está sindicado como el autor material de los ataques en el barrio.

En los próximos días, la Justicia deberá resolver su situación procesal debido a que se vence la prisión preventiva. El fiscal Ademar Bianchini, a cargo del expediente, pedirá una prórroga para que el detenido continúe tras las rejas. "Hay bastante en su contra pero todo va a depender de la decisión del juez", confió una fuente de Fiscalía. 

Los militantes y los vecinos de Villa Banana desconfían de la Justicia. Temen que "El Pandu" recupere la libertad al no haber pruebas contundentes en su contra. "Ya pasó en otras oportunidades, lo detuvieron y al tiempo salió. Nos preocupa mucho que pase esto. Pocos vecinos declararon en su contra por el miedo a represalias", detalló Carolina, quien puntualizó que la violencia cesó en el barrio tras su captura. 

"La sensación es que los soldaditos del Pandu están agazapados esperando que calme la situación. Nosotros seguimos denunciando complicidad y connivencia de la policía para con estos grupos. Pasa en todos los barrios", agregó la joven. A su juicio, la lucha de la ciudadanía contra el flagelo de la droga y el narcotráfico es el "fiel reflejo" de la desidia del poder político y de la corrupción de todas las instituciones del Estado.    

Carolina pide entonces atacar el problema de raíz: "A nosotros esa lucha nos excedió". Su temor es compartido: ningún militante tiene fuerza para perder otra de estas batallas.