Maia Ainbinder es una joven rosarina de 27 años, estudiante de abogacía. Tenía seis cuando el 18 de julio de 1994 a media mañana miraba los dibujitos con su hermano, en plenas vacaciones de invierno.

“Mirábamos Batman con Matías, y me acuerdo que Gatúbela saltó un techo y lo rompía, y justo se cortó la luz por un segundo, y mi casa tembló”, recuerda. “Fue Gatúbela que se subió a nuestro techo”, le dijo Maia a su hermano menor.

Cuando volvió la luz, su madre estaba en la cocina escuchando la radio y al enterarse gritó estremecida “fue AMIA, fue AMIA”, según cuenta Maia en diálogo con Rosarioplus.com en un nuevo aniversario de la explosión de la Asociación Mutual Israelita Argentina, el peor atentado perpetrado en suelo argentino. 

“Me acuerdo que empezaron a buscar a mi tía Mirta, la prima de mi papá que se encontraba en AMIA en el momento de la explosión, y trajeron a sus hijos a mi casa a vivir unos días cuando vieron que no aparecía”, rememora la joven rosarina.

Su mamá, Patricia Dubner, trabajó como administrativa de sepelios en AMIA hasta un año antes de la explosión, por lo que Maia lo califica como algo del destino: “Se tenía que dar que ella no esté trabajando más ahí, y que la prima de mi papá esté justo en ese momento”.

Vivían en Anchorena y Tucumán, en la misma manzana de la escuela Hertzel y del club Macabi, donde después del atentado nada fue lo mismo. “Cuando volvimos de vacaciones, había policías con ametralladoras gigantes en la puerta, y los padres se organizaban para custodiar la escuela”. Esto fue organizado provisoriamente, antes de que se empiece a contratar empleados de seguridad y a levantar pilotes en las veredas en cada institución judía del país. Un vestigio que todavía recuerda el horror de AMIA, y de dos años antes, el atentado a la Embajada de Israel.

“En el atentado mi papá perdió a su prima Mirta Strier. Yo no la recuerdo mucho, ella tenía tres hijos más grandes que yo, que se quedaron en mi casa durante unos días en que la buscaron”, cuenta Maia.

Mirta trabajaba junto al filósofo Jaime Barylko en Maimónides, un centro de estudios filosóficos que ahora es una universidad. Y por lo que le contaron sus familiares a Maia, “ese 18 de julio Mirta tenía una reunión de trabajo con su jefa, y llegó cinco minutos antes de la explosión”. A las 9:53 su jefa estaba en un área de la Mutual judía quien de milagro pudo sobrevivir, pero Mirta estaba en la cafetería y no tuvo la misma suerte.

“Después del atentado, mi papá habló con su otra prima, la hermana de Mirta, que lo dejó tranquilo porque alguien le había asegurado que la vio y estaba con vida. Por eso se pensaba que podía estar perdida deambulando, aturdida por la detonación. Pero recorrían los hospitales y no la encontraban, y una semana después fue hallada bajo los escombros sin vida”.

Un recuerdo vívido que tiene Maia de sus seis años es que “cuando volvimos a clase en agosto hubo amenazas de bomba en la escuela, y teníamos que evacuar, pero mi mamá me dijo que no podía llevarme a mi casa como todos los chicos, y me llevaba a una plaza, porque al vivir en la misma cuadra, si llegaba a haber una bomba, mi casa volaba también”.

 

La vida en Rosario después del horror

Maia cuenta que vino a vivir a Rosario un año después del atentado porque su papá cambió de trabajo, y desde entonces se sienten rosarinos. Sólo una vez  Maia fue a visitar la sede de la Mutual Israelita, donde participó de un acto de aniversario junto a su hermano.

“Ver el lugar donde cayó la AMIA no me produjo mucho, pero cada vez que vuelvo a ver las imágenes me revuelve todo, y siento impotencia por haber pasado tantos años y que no haya justicia”, indica la ahora estudiante de abogacía.

Maia vivió como la mayoría de los jóvenes judíos de esta generación, esperando que avance la causa para esclarecer quiénes fueron los responsables del atentado.

Sobre el Memorándum con Irán, Maia opinó que “como familiar de víctima siento que nos tomaron el pelo, porque a los iraníes no los van a poder condenar, pero sería bueno ver presos al menos a los responsables locales y al ex presidente Menem”.

Por otra parte, analizó que “por lo menos a partir del Memorándum la sociedad empezó a tomar al atentado como propio, pero me acuerdo que cuando lo mencionaban en un programa de la tele, una periodista dijo ‘murieron inocentes que caminaban por la calle’. Como si los que estaban dentro de la mutual no eran inocentes, como si la causa fuera sólo de la comunidad judía”.

El Memorándum de todas formas, para Maia no va a resolver nada: “Es dilatar la situación porque se atrasa en perseguirlos y mientras tanto a nuestros responsables nadie los enjuicia”.