Minutos después de que hubieran cerrado los comicios, a las seis de la tarde, comenzaron a llenarse los comandos de campaña (cariñosamente apodados “bunkers”) de las diferentes fuerzas políticas. Muy lentamente. Los primeros en llegar fueron los seguidores más fieles y los RRPP, que acomodaron sillas, enchufaron televisores gigantes y llamaron al delivery para que llegaron los canapés de turno. Luego fueron cayendo candidatos. Y finalmente, seguidores. 

Un tour bunkero

Globos celestes y blancos copaban, por ejemplo, el bunker donde el sector del PJ liderado por Alejandro Ramos esperaba resultados. Pasadas las seis y media llegó el secretario de Transporte de la Nación al local de la UOM de Buenos Aires al 1300, quien analizó el domingo electoral como "una buena jornada” y la calificó como “una fiesta de la democracia”. Los periodistas estaban felices: allí ya había sandwichitos.

En La Fluvial, en tanto, arrancó la vigilia del socialismo con la pachorra propia de un domingo. En livings blancos muy modernos organizados en el salón, frente al río, la prensa esperaba alguna novedad solo con agua y café. El candidato que madrugó y llegó primero fue Horacio Ghirardi, quien aspira al Palacio Vasallo. En los pasillos, aseguraban que los datos de sus mesas testigos llegarían desde las 21.30 cada media hora. 

Mucha adrenalina había en el centro de cómputos del PRO, ubicado en Puerto Norte, justamente la fuerza que no tiene internas. Es que aseguraban que iban a tener, entrada la noche, la presencia del triplete Macri-Reutemann-Del Sel. Y por eso especulaban con la posibilidad de que se multiplicaran los fanáticos en el bunker, repleto de globos de colores. 

En un local de Maipú al 1100, pasadas las siete, ya daban entrevistas Roberto Sukerman, Norma López y Alberto Muñoz. Sin embargo, no había muchos seguidores aún. Los ultra fanáticos que había, enfundados en camisetas rosas, estaban charlando en la puerta del espacio y esperando números.

En el bar del Hotel Savoy, el sector del FPCS liderado por Giustiniani copaba el bar. Pantalla gigante y afiches en cada esquina tuneaban el tradicional bar de San Lorenzo y San Martín, donde Pablo Javkin y María Eugenia Schmuk saludaban  a periodistas y seguidores.

Más gente había, a esa hora, en el bufete del club Unión y Progreso. No solo disfrutaban empanadas y medialunas con jamón y queso con algunas cervezas. Era el lugar elegido como bunker por el Frente Social y Popular, que se había encargado de decorar el frente de la institución con pancartas para no pasar desapercibidos. Había unas 50 personas, entre otros candidatos estaba Celeste Lepratti, aspirante a concejal. Se pasaban los cómputos propios que iban llegando lentamente con un proyector. 

Por su parte, Ciudad Futura transformó en bunker el centro cultural D7, ubicado en Lagos entre Córdoba y Santa Fe. Pasadas las siete de la tarde, en el bar delante del local había solo cuatro personas tomando un café, mirando por televisor el principio de los cómputos. En el escenario, donde suelen tocar bandas, había un atril con micrófono y un led, a la espera de algún candidato. pero no habían llegado siquiera fiscales. Confiados, aseguraban que los primeros números les daban una fuerte elección y confiaban en que sus candidatos pudieran llegar al piso reclamado y hacer campaña para la elección general de junio.