La prestación de Pami en Rosario y sus alrededores volvió a ser noticia esta semana por el avance de una causa penal y por la decisión de los trabajadores de ratificar el estado de asamblea permanente ante el deterioro de las condiciones laborales. Los nuevos sobresaltos ocurren en un contexto de cambios estructurales en la obra social y en medio de una administración local intervenida por decisión de las autoridades nacionales.

Sin embargo, para muchos afiliados de la región, el problema más grave ocurre en la atención de todos los días. Desde hace más de dos meses que la prestación en Rosario está al borde del colapso por una “avalancha” de jubilados que dejaron de recibir cobertura en algunas localidades vecinas.  

La situación más crítica ocurre en Villa Gobernador Gálvez con un sanatorio que cerró y con cientos de afiliados a la deriva. La atención también está muy restringida en el norte, con denuncias de menos prestadores en San Lorenzo y Capitán Bermúdez. “Por esta situación en Rosario se trabaja al límite. Hay una avalancha de jubilados que viajan para poder ser atendidos”, denunció la diputada nacional Alicia Ciciliani (Frente Progresista Cívico y Social).

La cuestión de fondo

El 1 de mayo la administración nacional de Pami comunicó un cambio de sistema, pasando del pago por prestaciones, implementado desde 2013, al de pago per cápita, vigente en la década del noventa.

Mientras en la anterior modalidad se pagaba a los prestadores por cada atención efectivamente realizada, con el nuevo modelo se paga un monto fijo por cada afiliado, se preste o no la atención correspondiente.

La medida se tomó, según explicaron desde Pami, para achicar la inversión que el organismo venía realizando en la cobertura médica de los jubilados. “Creemos que se pueden ajustar los costos entre un 15 y 20% sin necesidad de modificar las prestaciones”, se argumentó.

En los 90, cuando se implementó este sistema, ocurrieron muchos casos de “subpresetación”, es decir, clínicas que retaceaban las prestaciones con el objetivo de gastar menos o incrementar sus ganancias.

En el sistema por prestación, el posible fraude rece sobre el Estado que debe pagar de más por prestaciones innecesarias. En el sistema capitado, en cambio, el riesgo es que disminuya la calidad de la atención al afiliado.

El problema local

En este contexto nacional, la administración central de Pami redujo cápitas a hospitales y centros de salud del Gran Rosario. La situación más drástica se dio con el Grupo Masa, uno de los prestadores más importantes en Villa Gobernador Gálvez, San Lorenzo y Capitán Bermúdez.

La empresa entró en crisis ante la decisión de Pami de quitarle las cápitas, una de sus principales fuentes de ingreso. Por ejemplo, el Sanatorio Gomara de VGG cerró sus puertas dejando a cientos de afiliados sin atención. Una situación similar ocurrió en Rosario con el sanatorio Saladillo, perteneciente a la misma firma.

“El modelo de pago que estableció Pami en este último tiempo ha traído muchos problemas en el interior, no así en las grandes ciudades donde se está más organizado el modelo de compra de servicios y hay más oferta de servicio privado. Pero en las pequeñas localidades se complicaron bastantes las cosas”, admitió días atrás el Ministro de Salud provincial Miguel González en diálogo con Sí 98.9.

Marcelo Sánchez, delegado de ATE Pami, reconoció que los problemas en “las ciudades satélites” están generando “complicaciones” en Rosario. Sobre todo, en los efectores propios, Pami I y Pami II, los establecimientos que mejor servicios prestan.

“Se está trabajando al límite. Hay muchos jubilados que se quedaron sin atención y que vienen a Rosario. Acá estamos atendiendo a todo el mundo. Se está haciendo un esfuerzo muy grande para paliar este ajuste”, le explicó a Rosarioplus.com.

A esta situación hay que sumarle la falta de personal y la significativa reducción de cápitas que sufrieron los efectores propios de Rosario en los últimos años. Sobre el primer inconveniente, Sánchez detalló que hay una negociación encaminada con la administración local para sumar en breve camilleros y mucamas.

“Hay menos de la mitad del personal necesario. Esta situación hace forzar al recurso humano existente con horas extras, agotándolos, haciendo que se enfermen y se desgasten porque donde tienen que haber dos o tres personas, hay una sola”, planteó Sandra Silvetti, integrante de la junta interna del Pami Rosario.

La otra anomalía, la de las cápitas, parece más difícil de solucionarse. Años atrás, Pami I y Pami II llegaron a tener el equivalente a 60 mil cápitas. Hoy se trabaja con menos de 40 mil.