Los ejemplos brotan a montones. El pibe conflictivo que queda encandilado por el simple ruido del bombo en una marcha. Los jóvenes que disfrutan de un bachiller de estudio que respeta sus modos y formas de vida. O el soldadito que se anima a derribar el búnker que custodiaba al ver a su barrio de pie y con ganas de luchar.  Historias de vidas reales e impensadas que son posibles, según los testimonios recogidos por Rosarioplus.com, gracias al poder transformador que tiene la política de base en los territorios más violentos y conflictivos de Rosario.

Los relatos de quienes hoy en día militan en pos de mejorar la calidad de vida de los sectores excluidos, sea cual sea su pertenencia partidaria e ideológica, dan cuenta de una indiscutible realidad: ante el retroceso del Estado, la política barrial es la única herramienta que les ofrece a los jóvenes una segunda oportunidad de vida. Las experiencias del Movimiento Evita, Patria Grande, Ciudad Futura y Comunidad Rebelde marcan que sin el trabajo territorial de las agrupaciones, hoy la realidad social de Rosario sería aún más hostil y cruda.

El desafío de crear nuevas institucionalidades  

La vinculación de Pedro Salinas con la política va más allá del desafío en puerta de asumir como concejal de la ciudad. Su nombre es sinónimo de militancia. Su primera experiencia "en el territorio", como le gusta llamarlo, fue a los 17 años en Nuevo Alberdi. Más tarde militó en barrio Alvear y Tablada, hasta que se radicó en Villa Moreno, el lugar donde más desarrolló su vocación de ayudar al prójimo y donde fundó el Frente Popular Darío Santillán Rosario.

El flamante edil explica que desde Ciudad Futura “intentan interpelar a la juventud a través de la creación de nuevas institucionalidades en los barrios, respetando sus modos y sus formas”. Pone un ejemplo: “Los pibes que van al bachiller popular de Tablada nos dicen que les gusta porque pueden ser ellos mismos, que en la escuela o en el EMPA les hacen sacar la gorra cuando están en clases y cosas por el estilo. Ahí está la clave de la política barrial”.

Salinas afirma que cuando a los jóvenes de la periferia “se les ofrecen espacios interesantes de participación, se involucran y mucho”. “En la actualidad, una organización política es la única que promueve una identidad distinta a la que, por ejemplo, promueve el narcotráfico”, aclara.

Considera que las organizaciones de base son “irremplazables” porque las instituciones que en su momento funcionaron como “primer lazo de identidad” (léase los clubes de barrio, la escuela, o el trabajo formal) están “muy erosionadas”.  “Al ser interpelados, los pibes entienden que hay otra forma de ser joven hoy en día en los territorios periféricos”, sintetiza.

El custodio del búnker que se contagió de la lucha de los vecinos

Comunidad Rebelde nació el mismo día que un grupo de vecinos de Villa Banana decidió derrumbar un kiosco de droga, allá por fines del 2012. Desde entonces, los jóvenes que militan en esta agrupación no han claudicado en la lucha por erradicar a los narcotraficantes del barrio.    

Carolina Vicente, referente del centro comunitario que se construyó sobre las ruinas de aquel búnker, señala que “la necesidad de la militancia toma más fuerza a la vez que se agudiza la situación crítica en los barrios” y que esta lucha politica es “la única salida en la resistencia contra el narcotráfico”.

Sin embargo, plantea que son muchas las dificultades a sortear. La primera, que las bandas delictivas ven en las organizaciones “un enemigo” que no encuentran en la policía ni en ninguna otra institución del Estado. Y la segunda, que no alcanza con la vocación y el discurso para captar la atención de los sectores barriales, “muy manoseados por los partidos políticos tradicionales”.

“Nunca voy a cambiar nada diciéndole a alguien que tiene que tomar conciencia de la realidad. La seducción se da con la acción directa. De ahí que las organizaciones somos las únicas que salimos a denunciar la muerte de un pibe, a tal banda o hasta a la misma policía”, señala.

Algunos resultados, explica Vicente, son hasta tangibles. “El soldadito que estaba encargado de defender al búnker participó con sus manos de su derrumbe cuando vio que todos los vecinos decidieron enfrentar a esa organización. Por eso digo que no es una cuestión de ideas, de conciencia de clase. Hasta que el búnker no se tiró abajo en los hechos, la gente del barrio no se convenció de que desde la organización y la unión se podía combatir al narcotráfico”

La casa de los militantes, refugios para soldaditos que quieren alejarse de las drogas

Celcio Moliné milita en el Movimiento Evita, una de las agrupaciones peronistas más fuertes a nivel territorial. Describe situaciones concretas en donde el “simple amparo de la política barrial” logró salvar vidas en riesgo. “Tenemos muchos casos de soldaditos que se han escapado de sus barrios y compañeros que les han dado alojamiento en sus casas. Gracias a esa contención pudieron zafar en el momento más difícil. Hemos visto a muchos pibes asustados que no sabían cómo escaparle a ese círculo vicioso y que encontraron en la militancia su único refugio”, cuenta.

Según Moliné, los pibes se enganchan en el mundo de la política “desde los lugares más sencillos e insospechados”, como ir a una marcha y ver que todos tocan el bombo y todos están unidos en pos de una misma idea. “Parece mínimo, pero seduce. Cuando ven que hay una organización política que se la juega por defenderlos, te agarran cariño. Y no son casos aislados, sucede mucho en los barrios”, detalla.

A su juicio, el rol de la militancia es más indispensable que nunca debido a que desde hace un tiempo a esta parte “la gestión municipal dejó de tener políticas públicas para estos jóvenes”. “En los barrios te cruzas con los militantes de otras agrupaciones, pero no encontrás a ningún militante socialista”, dice. Su queja apunta a políticas estatales que en su día fueron exitosas, como, por ejemplo, los Centros Crecer, que “desaparecieron sin motivo alguno”.

Moliné también está convencido de que “la organización popular es la única herramienta que hoy puede transformar la realidad de los sectores más humildes”. “Da sus frutos. Está claro que los resultados serían más palpables si existiese un acompañamiento del Estado”.  

“No nos quedemos con la foto de la violencia como si fuese inmodificable”

 
Fernando Rey milita en Patria Grande, una de las fuerzas que integra el Frente Social y Popular, partido que este año sumó sus primeros representantes legislativos (Celeste Lepratti en el Concejo de Rosario y Carlos Del Frade en la cámara de diputados de la provincia). En su opinión, sobran los ejemplos para afirmar que, históricamente, “la política le ha permitido a los jóvenes desarrollar un protagonismo y un empoderamiento de la vida social”. “No se nos ocurre otra alternativa que transformar la realidad desde una política popular”, aclara.

La primera “gran conexión” con los jóvenes, explica, se da a través de “propuestas concretas que el Estado ha decidido no priorizar en los barrios”. El siguiente paso apunta a poder generar “mayores niveles de politización”, en el sentido de transmitir que “los problemas son compartidos” y que por ende se necesitan “transformaciones estructurales”.

“En los últimos años este acercamiento es más difícil porque se agudizó el clima de violencia social que se respira en los barrios. La lucha se da en condiciones muy complejas y desfavorables, pero así y todos está dando sus frutos”, explica. Y agrega: “La receptividad de los pibes siempre es buena. Y aunque no se ve, esa tarea le va ganando a la lógica de la violencia y del miedo que instala el narcotráfico”.

Rey también cuestiona al Partido Socialista por su “retroceso” en la militancia barrial. Dice que no alcanza con la “proliferación de vecinales y seccionales”. “El eje está puesto en qué participación se propone. En este sentido es verdad que el socialismo ha perdido el énfasis de construir pensado en los barrios y en los territorios”.