En la calle, entre los ciudadanos de a pie, hay dudas sobre los alcances y el impacto de las reformas lanzadas días atrás por el presidente Mauricio Macri. Los más escépticos dan por hecho que los cambios significarán un retroceso en materia de derechos laborales y provocarán un nuevo ajuste en los ya debilitados bolsillos. Los más optimistas, los que confían en el gobierno, piden tiempo y paciencia para ver los resultados.

Quienes no tienen dudas sobre la necesidad y el éxito de las reformas son los principales empresarios, el llamado "círculo rojo", para muchos el verdadero poder real del país. Muchos de ellos participaron en Rosario del Foro de Líderes Empresariales, una actividad que dio inicio al Business 20 (B20), primera antesala de la cumbre del G20 de 2018, cuya presidencia asumirá Argentina en diciembre próximo.

Los hombres de negocios intentan mostrar prudencia y mesura, pero están exultantes por los guiños del gobierno. Los mimos parecen estar a la orden del día. "Los empresarios son los verdaderos protagonistas del cambio", dijo envalentonado el ministro de la Producción Francisco Cabrera, el represente del poder Ejecutivo en el evento. "Pese a ser denostados, ustedes generan empleos y arriesgan su capital. Vienen de una experiencia de 15 años de una economía cerrada. Ahora hay otra agenda y otras oportunidades", los arengó el funcionario. 

Debajo del escenario, en las primeras filas del auditorio, escuchaban nada menos que Jorge Brito, presidente de la Asociación de Bancos Argentinos; Gustavo Weiss, presidente de la Cámara Argentina de la Construcción; Guillermo Dietrich, vicepresidente 2º de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios; Daniel Pelegrina, flamante presidente de la Sociedad Rural Argentina; y Miguel Acevedo, presidente de la Unión Industrial Argentina.

Los máximos directivos de las principales cámaras empresariales del país no solo escucharon, también marcaron la cancha con sus discursos. Dietrich, padre del ministro de Transporte Guillermo Dietrich, fue el más desbocado, el que menos cuidó las formas. Apuntó a los sindicatos como los responsables de la desocupación al reflexionar sobre la reforma laboral.

"Algunos sindicatos son exageradamente corruptos y explotan a los trabajadores. El día que solucionemos esto, no hay más desocupación en Argentina", afirmó sin rodeos, entre risas y tibios aplausos. El tenor de sus declaraciones sorprendió a Cabrera, quien con tono irónico la agradeció por su "diplomacia" cuando le tocó hacer uso de la palabra.

Brito dijo apoyar la iniciativa de reformas y celebró que "por primera vez un presidente dice lo que hay que hacer y no lo que quiere escuchar la gente". Habló de una situación apremiante por un "déficit fiscal muy alto y un sector productivo sin margen de competitividad".  "El éxito del país va estar en resolver esto, de lo contrario no habrá futuro", aclaró.

Pelegrina, nuevo presidente de la Sociedad Rural --su antecesor, Luis Miguel Etchevehere, asumió días atrás como ministro de Agroindustria-- se mostró resignado por una velocidad de reforma que no es tan rápida como, a su juicio, necesita la coyuntura. "Es una velocidad no deseada, pero la posible", dijo. Luego, repitió concepto como "competitividad", "desarrollo" e "inserción en el mundo".

La voz más mesurada fue la Daniel Funes de Rioja, titular de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) y representante argentino del B20.  El empresario bregó por el "dialogo social en un escenario de intereses contrapuestos", en donde solo las "concesiones recíprocas" permitirán lograr metas y objetivos. "Por primera vez, el empresario está invitado a mirar al largo plazo. Esto implica concesiones, porque tenemos que llegar con inclusión", se diferenció.

Los hombres de trajes abandonaron el recinto con abrazos y palmadas en las espaldas. No es para menos: el proteccionismo y las malditas distorsiones de la economía ya son cosas del pasado.