La teoría económica ortodoxa, es decir la neoclásica, la que tiene mayor peso en las carreras de economía y en las prácticas de política de gobierno, ha construido la creencia que la expansión monetaria constituye un factor central en la explicación de la existencia de procesos inflacionarios. En consecuencia, y según esa mirada, los ritmos de expansión monetaria se expresarían de modo reflejo en los ritmos inflacionarios.

Se trata de una idea que ha construido un sentido común muy arraigado en la población de a pie: la idea que los gobiernos para resolver sus problemas de caja dan vuelta a la maquinita y eso trae como consecuencia el crecimiento de los precios de la economía. Esta columna no adscribe a esa idea y por el contrario se apoya en lo explicado por las teorías económicas del campo de lo heterodoxo que aquí no vamos a describir. Estas consideran que la inflación, su existencia y sus ritmos necesitan ser explicadas valorando un conjunto de relaciones diversas que difícilmente puedan ser reducidas a un único factor: la expansión monetaria.

Este artículo pretende mostrar los ritmos de expansión o contracción del dinero en circulación y compararlos con la inflación en lo que va del nuevo gobierno. La comparación lo será entonces entre la base monetaria -que es la suma del dinero emitido por el Banco Central que se encuentra en circulación más los depósitos que las entidades financieras mantienen en sus cuentas corrientes en pesos abiertas en aquella entidad- versus la evolución del índice de precios al consumidor medido por la Dirección General de Estadística y Censos del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Para ello se ha estimado que septiembre mostrará un crecimiento de los precios del 1% aproximadamente. Si esta última hipótesis no fuera corroborada, las conclusiones no se alterarían de ningún modo como va a poder valorar el lector.

La comparación lo será utilizando la metáfora del lanzamiento de la jabalina. Le toca el turno a  María Inflación: se ubica en su puesto, toma carrera, lanza la jabalina y finalmente desde el punto inicial que hemos ubicado en 100, la punta roza los 137,5 y allí se queda. Podría decirse que la jabalina de María Inflación está a un 37,5% más allá de donde fue lanzada. Ahora es el turno de Mora Base Monetaria. En el mundo pasan cosas raras y este lanzamiento también muestra lo suyo. Ella se para en el punto de inicio de la carrera, corre y lanza su jabalina. El recorrido que hace es medio extraño porque en vez de un objeto inanimado parece un misil que busca su objetivo dando vueltas, retrocediendo, subiendo y bajando. En efecto, cuando pasa por la marca de diciembre todos piensan -en comparación con el lugar en el que estaba la jabalina de María en dicho mes- que la va a superar ampliamente, pero pierde velocidad retrocediendo hacia el punto de largada haciendo una extraña parábola para terminar clavándose al lado del pié de Mora, quien no puede creer la mala jugada que hizo su autónoma jabalina color café.

 

La prueba terminó, María Inflación ganó la partida donde hubo alguna mano rara. María Inflación pudo jugar libremente, sin restricciones, nadie se puso en su camino ni alteró su plan de vuelo. En cambio Mora Base Monetaria sabe que alguien modificó el curso de su jabalina. La inflación, ya sin nombre propio, creció un 37,5% desde el 30 de noviembre al 30 de septiembre. En cambio la base monetaria sigue teniendo un volumen idéntico al que tenía en el punto de partida. Para los economistas ortodoxos la inflación -de noviembre de 2015 a septiembre de 2016- debiera haber estado en torno del 0%, más o menos. Sin embargo la vida marchó por otro lado. El gobierno nacional contrajo brutalmente la circulación monetaria porque sigue convencido que ese procedimiento es clave para frenar la inflación. Esta, en cambio, mostró que tiene vida propia y que no depende de la suerte de aquella, sobre todo cuando se la deja caminar libremente.

Pero esto debe ser completado con un dato adicional. El congelamiento virtual del crecimiento de la base monetaria provocado por el gobierno nacional es artificial y eso merece nuestra mayor atención. ¿Por qué? Porque una suma mayor a aquella se encuentra en poder de bancos, compañías de seguro y otros tenedores bajo la forma de letras emitidas por el banco central. Vamos a plantearlo en estos términos: si al vencimiento de esas letras, sus tenedores decidieran optar –mayoritariamente- por cobrarlas y no volver a comprar títulos, volverían a circular unos cuantos pesos más que los que efectivamente hay en el país. ¿Cuántos pesos más?. El equivalente al dinero que ya hay en circulación. Al 30 de septiembre, la base monetaria mide 682,7 mil millones de pesos y las letras del banco central en poder de quienes las compraron  682,9 mil millones de pesos. La no renovación implicaría la duplicación del dinero en circulación y sus efectos simplemente inimaginables y probablemente devastadores porque la respuesta gubernamental –dada sus convicciones- apuntarían a comprimir aun más el bolsillo de la población.