La puerta de ingreso no tiene sensor de movimiento. Es más bien rudimentaria. No hay aire acondicionado ni potentes luces blancas para iluminar la mercadería. Tampoco hay changuitos. Nadie los quiere ni los necesita. En lo estético, el lugar es la antítesis de un tradicional supermercado. El contraste se da también en los precios, una palabra que perturba e inquieta cada vez más a los rosarinos. La compra se realiza entre pasillos y habitaciones de un populoso centro cultural. El ritual es sinónimo de ahorro.

Gladis esconde muy bien sus 77 años. Se pasea con una soltura envidiable. En su mano derecha, lleva un cesto. En la izquierda, una lista. “Para ayudar la memoria”, aclara con una sonrisa. La mujer ya se considera una clienta del Mercado Popular (Tucumán 1349), un establecimiento  que desde julio del año pasado comercializa directamente lo que elaboran o cosechan pequeños productores individuales, familias y cooperativas de la ciudad, nucleados en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular.

Con su encantador y natural desparpajo, la jubilada cuenta que hace un tiempo que no pisa un supermercado. Explica que ahora compra “muy bien y más barato”. “Antes por inercia iba al súper. El tema es que cuando uno compara precios, la diferencia es abismal”, sentencia. La mayor diferencia de precios los encuentra en la verdulería. “Acá pago la mitad. Lo que en otro lado me sale 80 pesos, acá pago 40”, detalla sin dudar.

En otro cuarto, Sofía (22 años) pispea las bandejas de facturas y medialunas exhibidas en la zona de panificación. Es estudiante y no vive en el barrio. Aprovecha las visitas a la casa de su abuela para “ganarle a la inflación”. Cuenta que además de ahorrar, favorece un “circuito productivo“ que defiende desde lo ideológico. “Por suerte empiezan a proliferar proyectos como estos. Ojalá se consoliden y cambien los modos de consumo. Tenemos que dejar de ser rehenes de las grandes empresas”, señala.

Gladis y Sofía se topan a los pocos minutos en una misma cola. Hay cerca de 20 consumidores esperando para pasar por caja. “Las colas y las largas esperas son un tema a resolver. Evidencian un problema de crecimiento, lo que nunca es malo. Ya le buscaremos la vuelta”, aclara Celcio Moliné, uno de los coordinadores del mercado. Según sus números, las ventas se incrementaron en un 40% respecto al año pasado. “La gente volvió de vacaciones y se empezó a dar cuenta de que no le alcanza la plata”, reflexiona.

El ingeniero del círculo 112

La primera vez que Gustavo (62 años) escuchó hablar de la “Misión Anti Inflación” fue en una cena familiar. Su nuera le explicó rápidamente las características del proyecto y lo invitó a participar de su “círculo”. Días más tarde, Gustavo se sentó frente a su computadora y eligió algunos de los 250 productos disponibles en la venta online. La promesa de ahorro se cumplió. Desembolsó un 30% menos que en el supermercado de la vuelta de su casa.

Para hacerse con sus productos, este ingeniero tuvo que acercarse un sábado a la mañana al depósito ubicado en La Paz y Constitución. Se presentó en el mostrador de la recepción, donde recibió el listado de productos adquirido por su círculo de consumidores, un grupo cerrado que alberga a un máximo de 5 compradores.

A los 20 minutos, tras contemplar en silencio el trabajo a destajo de los militantes de Ciudad Futura para entregar la mercadería, lo llamaron desde una de las mesas ubicadas en plena vereda. Comprobó los productos uno por uno, cargó todo en el baúl de su auto y regresó a su casa. “La verdad que me parece interesante esta modalidad de compra”, le confío a su nuera en la siguiente comida familiar.

La Misión Anti Inflación se puso en marcha en octubre de 2014. El proyecto nació para contrarrestar la desmedida remarcación de precios por parte de los grandes hipermercados. Participan consumidores y productores sin la presencia de ningún intermediario

"Entendimos que había un problema latente en la ciudad respecto a la inflación. A partir de la organización creímos que podíamos encontrarle una salida al crecimiento acelerado de los precios de la canasta básica familiar. No estábamos confundidos. Cada vez más familias se suman a la iniciativa", explica la concejala Caren Tepp, una de las máximas referentes de Ciudad Futura.

En cada compra familiar, asegura la edil, los usuarios se ahorran entre un 30 y un 40 por ciento. "Esto tiene el objetivo de paliar la inflación y tener una lógica distinta del acceso a los bienes. Para muchas familias ir al súper es un paseo, otras lo sufrimos", agrega.

Ana, la fanática de los bolsones

La adicción llegó navegando por la web. Encontró la información en el muro de Facebook de una amiga. El folleto era justo lo que estaba buscando: verduras y frutas de huerta y a buen precio, lo opuesto a lo que le ofrecían los comercios de su barrio. Al interiorizarse en la iniciativa, Ana (30 años) descubrió un amplio abanico de propuestas similares.

“Ya no piso más las verdulerías de los supermercados. Hago mi pedido y a los pocos días me lo traen a casa. La diferencia en la calidad de los productos es notable. Y encima ahorro bastante. La ganancia es doble”, explica la joven.  

Al principio, cambió y rotó sus pedidos. Se tomó el tiempo de probar la mayoría de los bolsones orgánicos que se ofrecen en las redes sociales. Ahora, tiene su “bolsón preferido”. ¿En qué consisten estos proyectos?  Ana lo explica con un breve resumen: “Hacés el pedido en las páginas de Facebook, coordinás un día y un horario de entrega y recibís la mercadería en tu casa. Así de simple”.

Hay bolsones ya armados de frutas (según la estación) y verduras (papas, cebollas, zanahorias, pimientos, huevos, tomates, lechugas, choclos, calabazas, remolachas, acelga y berenjenas, por dar un ejemplo) y otros que se pueden confeccionar a gusto. “La organización y planificación equivale a ahorro y mejor alimentación”, subraya convencida.