En los días 18 y 19 de octubre del año pasado se llevó a cabo el Operativo Aprender con el manifiesto objetivo de conocer la realidad del sistema educativo. Al decir del gobierno nacional, Aprender es el dispositivo nacional de evaluación de los aprendizajes de los estudiantes y de sistematización de información acerca de algunas condiciones en las que ellos se desarrollan.

Sin embargo, estas pruebas no podrían haber dado resultados certeros dado que fueron iguales para todos los estudiantes, desconociendo los regionalismos y las características de los contextos de las escuelas. Si bien se necesitan pruebas estandarizadas para obtener datos concretos, se podría haber propuesto otro dispositivo más adecuado para un país tan vasto y desigual.

Asimismo, dichos resultados no dijeron nada nuevo para quienes caminamos las escuelas. Remarcaron que los niños y los jóvenes no alcanzan a resolver ciertas operaciones matemáticas o no pueden comprender y/ o producir un texto.  En definitiva, algo que algunos ya venimos planteando hace muchos años, que la escuela, tal como funciona, está perimida y no responde a la realidad cotidiana de quienes asisten a ella a diario.

Otra de las conclusiones que remarcó el Gobierno es que la evaluación reflejó la existencia de una fuerte brecha de aprendizaje entre los estudiantes que asisten a la escuela privada y aquellos que van a la escuela pública. Cabe destacar algo que es de conocimiento masivo, que la escuela privada – subvencionada por el Estado- tiene todo lo que tiene una escuela estatal sumado a la cuota económica mensual que pagan los padres y que repercute en mejores condiciones, tales como materias especiales, material didáctico, comodidades mobiliarias, entre otros.

Sumado a esto, es necesario enfatizar, que muchos niños que asisten a la escuela del Estado no se alimentan bien, no cuentan con cuadernos y libros, no tienen espacio para estudiar y realizar la tarea o no puede asistir por no acceder al transporte o por las condiciones climáticas. Esto lleva a otro grave error, a mi criterio, del ministro de educación nacional cuando señala que los estudiantes de las escuelas privadas son mejores porque tienen más clases, desconociendo la importancia del capital cultural que traen los alumnos.

La escuela no es una institución aislada, allí asisten niños, hijos de padres que no tienen trabajo o no tienen una vivienda digna. Es decir, que no alcanza con cambiar las políticas educativas para mejorar la escuela, estas deben ir acompañadas con políticas públicas que mejoren la vida de los ciudadanos.

En el análisis oficial de los resultados, pareciera haber una incapacidad de abordar la temática, reducida para los gobernantes a políticas de presentismo docente, en vez de elaborar otra alternativa posible para mirar la escuela de hoy.

Como alternativa, proponen el Plan Maestro, donde sugieren objetivos con resultados numéricos, tales como que los estudiantes lleguen al Nivel I en Matemática y Lengua, desconociendo también las otras disciplinas o mencionan la promesa de la universalización del acceso a las tecnologías de la información, logrando el 100% de las escuelas estatales conectadas, creyendo que la simple conexión garantirá la apropiación del conocimiento a través de la tecnología. Asimismo, se pretenden docentes bilingües de aquí a 9 años, sin una explicación clara de qué beneficios traerá implicado a la escuela esta capacitación.

No caben dudas que la escuela debe cambiar. Pero ningún cambio será posible evaluando sólo a los estudiantes, mirando el último escalón. Es necesario analizar cómo se enseña en las aulas y, a partir de allí, proponer alternativas a las escuelas – en plural-, cada una de ellas conformadas por diferentes subjetividades e insertas en distintos contextos.

Revalorizar y resignificar el INFD - Instituto nacional de Formación docente- podría ser una alternativa a fin de garantizar capacitación a todos y cada uno de los docentes ya recibidos o en formación.

Empezar a cuestionar el funcionamiento del aula y debatir el lugar del saber en ella, podría ser otra opción a fin de mejorar las prácticas docentes. De este modo, se podría fomentar la creatividad, trabajar en interdisciplinaridad y con trayectos abiertos, en lugar de materias rígidas y atomizadas, como se explicita claramente en la escuela secundaria.

Si pretendemos cambiar no sólo la escuela, sino la idiosincrasia de nuestro país, es necesario pensar proyectos y programas a largo plazo, que cuestionen, pero también que abran a otros mundos posibles. Es el desafío de los próximos años, asumir el compromiso de mejorar la sociedad.