El segundo informe anual de la Defensoría de niñas, niños y adolescentes de Santa Fe refleja que solo el 2,2% de los adolescentes con causas penales no asistían a la escuela al momento de infringir la ley. La lectura de los datos estadísticos echa por tierra el imaginario colectivo que vincula de manera lineal al delito juvenil con la deserción escolar. El extracto de este documento oficial, difundido este martes por Rosarioplus.com, coincide con el diagnóstico que hacen muchos de los docentes que trabajan en los barrios de la periferia.     

Marcela da clases en una escuela de zona norte. Es una docente joven (38 años) y sensible a las desigualdades sociales. Su labor no termina en la transmisión de conocimiento. Cumple otro rol, el de “facilitadora de conciencia”, una figura cuya finalidad es que los profesionales tomen a su cargo el espacio con los jóvenes para discutir problemáticas que tienen en el seno de la escuela.

Los datos del informe no sorprenden a esta docente. A su juicio, hoy la escuela  es “una isla de contención”  que poco puede hacer en un contexto atravesado por la exclusión, la violencia y la represión. “No disponemos de todas las herramientas que una escuela ubicada en un barrio periférico tiene que tener hoy en día. Hablamos desde problemas de infraestructuras hasta no contar con equipos de psicopedagogos que nos ayuden a contener a los chicos”, resume.

Las cifras oficiales marcan que el 53% de los 1.070 jóvenes encerrados en 2014 se encontraba cursando el nivel primario y el 35% el nivel secundario.  Estos guarismos, según se lee en el informe de la Defensoría,  marcan un “cambio en el perfil educativo” de los jóvenes con causas penales, ya que la mayoría de ellos posee niveles de escolarización más altos que lo que se constataba en años anteriores. 

Marcela participó activamente de las jornadas contra la “no violencia” que organizó su escuela durante todo el mes de octubre. La iniciativa incluyó charlas con referentes de la cultura, el deporte y la política. De la actividad también participó la comisión de docentes que milita y recorre las calles bajo el lema “Basta de matar a nuestros alumnos”, un grupo que se formó a principio de año por la cantidad de chicos que mueren antes de tiempo.

“No tenemos los casos de violencia extrema que atraen a la prensa.  Pero sí un alto nivel de violencia en lo que respecta a agresiones, peleas, golpes y trompadas. El gran problema son las adicciones, hay cada vez más chicos adictos porque cada vez hay más droga en los barrios”, explica Marcela. Y agrega: “El tema está presente en todos los pibes. Desde la broma del chico que dice ‘estoy re pasado’, hasta problemas de adicciones concretos, con internaciones y laceraciones en el cuerpo”.

Al establecimiento educativo asisten alumnos de entre 13 y 20 años. “Los chicos están cinco horas dentro de un aula. Lo que hay que decir es que ni la escuela ni los docentes hacemos milagros. Contenemos, pero si los pibes salen y hay tres búnker en el barrio es muy difícil. La escuela puede ser un futuro, pero sola es un oasis que funciona como un mero contenedor de chicos. El desafío es poder mostrarles a los chicos que la vida no son los próximos 15 minutos”, dice esta docente.

La falta de una “articulación seria” entre el Ministerio de Educación y las escuelas es otra de las graves falencias, según la radiografía que brinda Marcela. Recién este martes, a quince días de finalizar el año escolar, la escuela en la que trabaja brindó una charla pedagógica sobre el tratamiento de las adicciones. “A esta altura del año es poco lo que se puede hacer. Por lo que uno ve, no hay ninguna iniciativa protocolar para vincular a las escuelas con esta problemática”.

Los alumnos y la policía

Marcela cuenta que muchos chicos se desahogan cuando tienen un docente que presta la oreja. Los abusos de las fuerzas de seguridad aparecen con frecuencia en esas charlas. “Esto no es nuevo, pasó siempre. Pero ahora la sensación es que estos abusos son parte del sistema de seguridad. Lo concreto es que el pibe y la piba del barrio son el chivo expiatorio. Lo palpamos y pasa. No se trata de inventos de trasnochados de izquierda, como algunos quieren ver”, subraya.   

Muchas de sus intervenciones sobre sus derechos como ciudadanos terminaron con la misma respuesta: “Profe si a nosotros nos cagan a palos igual y la policía nos hace las mil y una, de qué me habla”. “Se gastan millones de pesos para sumar más policía y no se gasta para tener un aula más. Si se invierte en fuerzas represivas y no en condiciones mínimas para que el pibe desarrolle su adolescencia, el panorama nunca va a cambiar”, concluye la profe de física y química.