“El martes a las 12:30 de la noche, no podía con mi vida, estaba mal. Comencé a tomar alcohol, que nunca tomo. Empecé whisky, whisky. A esa hora con mis amigos dijimos vamos al ping pong total no nos va a ver nadie, así jugamos nos matamos de la risa. Llegamos, yo estaba detonado, muy cansado y era un mundo de gente”.

En esa maraña de personas que concentra un bar porteño donde se pueden realizar distintas actividades como jugar al pool, cartas, dados o metegol estaba el ex top ten mundial tratando de encontrar una mesa de ping pong. “Cruzamos todo el bar hasta el final y viste cuando te empieza agarrar esa fobia que te dar calor, calor y sentís que toda la gente te mira y estas cada vez peor. Así fue que nos paramos en la cola de una de las mesas. Era imposible jugar”.

Al borde de un ataque de pánico y de querer pasar desapercibido en tanto tumulto uno de esos eternos ganadores que siempre queda en cancha le dice con una voz firme: “a vos te quiero agarrar”. A lo que el Gato algo despavorido le respondió: “Olvidate, no voy a jugar, no tengo ganas”, pero el muchacho insistió: “Dale es el sueño de mi vida, yo practicaba tenis y no llegué porque tuve un poco de mala suerte, pero en verdad era un crack. Si te juego al ping pong te hago un favor”.

Gaudio seguía convencido de no aceptar el desafío, mientras el rumor de que iba a agarrar la paleta se acrecentaba entre los presentes. “Yo no quería jugar, el tipo se hacía el fenómeno todo el tiempo. Entonces en un momento pique y entre como si lo estuviera que hacer ante Messi en el Barcelona sin haber jugado nunca en mi vida al fútbol”

Y después de sucumbir ante tanto hostigamiento “cero, cero, arranca el partido, yo re nervioso, empecé a transpirar y pensé, no puedo, no hay manera que pueda hacerlo. Me di cuenta que el pibe era malísimo y que yo no podía perder. De repente gente, gente, gente y yo paralizado con un ataque de pánico. 1 a 0 abajo, 2-0, 3-0, 14 cero abajo. Chau me quiero ir, no quiero estar adonde estoy, me hago humo. Era una angustia lo que me estaba pasando. No quiero perder. 14-0, 14-1, 14-2, venía remontando…. 21-4 perdí”.

La gente le terminó preguntando si realmente era tan malo o lo había dejado ganar al lo que el Gato les respondió de manera sincera aunque nadie le creyó: “No le podía jugar, estaba muy nervioso. Después de un rato me hice el boludo y me fui de la vergüenza”.