Kei Nishikori nació en la prefectura de Shimane, Japón, territorio considerado como uno de los veinte lugares del mundo que traen suerte. Allí se encuentra el templo de la felicidad, las buenas relaciones y el matrimonio. Y si bien Kei, con 27 todavía no piensa en casarse, hasta ahora los presagios que ofrece su localidad natal se vienen cumpliendo al pie de la letra.

Su padre Kiyoshi, ingeniero y su madre Eri, profesora de piano, apoyaron el deseo de Kei de empezar a jugar al tenis a los cinco años y no tardaron en descubrir las virtudes de su hijo a quién en 2004 y con 14 años lo enviaron a la academia de uno de los más grandes formadores de tenistas, Nick Bolletieri, en Florida, Estados Unidos.

Cuando Nishikori arribó al país del norte no hablaba una palabra en inglés, lo que le generó varios inconvenientes a la hora de adaptase a la vida cotidiana. Entrenaba y observaba, sin desviarse del claro objetivo con el que había llegado, ubicarse entre los primeros diez mejores jugadores del mundo y convertirse en el deportista más popular de Asia.

Pero para ello, en primer lugar debía superar el registro de su antecesor japonés, Shuzo Matsuoka, quién ocupo en la Era Abierta el puesto 46 del ranking internacional en el ´92, para luego ir por la marca del legendario Jiro Sato, considerado el mejor tenista nipón de todos los tiempos quién escalo hasta el 3 del mundo en los años 30, aunque en esa época el ranking lo establecían los críticos o especialistas del deporte blanco. La vida de Sato terminó de manera trágica al no poder soportar la presión de ser el mejor de su país.

Primer objetivo superado

Allá por 2008, el argentino Dante Bottini, ingresó al staff de peloteadores de la Academia de Bolletieri. El tiempo corría y Bottini iba ascendiendo hasta llegar a ser entrenador del cuerpo de élite del Centro de Alto Rendimiento. Allí, fue donde hizo contacto por primera vez con la promesa asiática. Ambos sumaban horas dentro de la cancha. Hasta que a fines de 2010 el argentino tuvo la propuesta concreta de ser el coach full time de Nishikori. Juntos volvieron a fijar los objetivos y trabajaron para lograrlo.

Así fue que en 2011 Kei logró su primer cometido cuando hizo semifinal en el Masters 1000 de Shanghai y se ubicó entre los primeros 30 del planeta. Superando por amplio margen el registro de Matsuoka y convirtiéndose así en el mejor jugador japonés de la Era Abierta.

Pero ese año, no solo cumplió con su primer objetivo, sino que además agregó un plus a su exitosa temporada. En el torneo de Basilea, Suiza, eliminó en semifinales al mejor jugador del planeta, el serbio Novak Djokovic. Concluyó 25° en el escalafón mundial.

En  2012, con 22 años, visitó por primera vez la Argentina para disputar el ATP de Buenos Aires, donde alcanzó los cuartos de final. Por aquella época su ranking se acercaba a los mejores 15 jugadores del planeta.

Desde entonces el japonés no ha dejado de cosechar logros. Hasta el momento ha conquistado once títulos y se encuentra en el puesto número cinco del mundo. Esta semana regresó al país participar del Argentina Open como máximo favorito del certamen porteño.

El coach argentino

Dante Bottini acompaña a Nishikori por el circuito desde sus inicios en el profesionalismo y en diálogo con este medio contó algunos detalles de su relación con el japonés.

Bottini dijo que entre ellos se comunican en inglés, pero destacó que su pupilo insulta tras sus errores en un perfecto español. “A veces le tiro palabras en español para alentarlo, aunque muchas veces él también pregunta que quiere decir tal cosa en nuestro idioma. Creo que las malas palabras las escucha de los jugadores argentinos en los torneos y luego las repite”, contó entre risas el entrenador.

Para que el nipón se asentara en tierras gauchas era fundamental la cata de tres productos básicos y tradicionales en la vida de cualquier criollo. “El asado le fascino, el dulce de leche le pareció empalagoso, pero rico y al mate no se le animo”, explicó.

Más allá de lo anecdótico de la unión de dos culturas tan diferentes, Bottini, destacó que: “Los dos sabemos lo que queremos y eso no nos saca de nuestra línea de trabajo y de las metas que tenemos para fin de año. Somos dos tipos humildes con ganas de mejorar y llegar a lo máximo cada uno con su trabajo” y concluyó: “Kei es un chico tranquilo y reservado, dedicado a su carrera, muy buena persona sin maldad hacia nada ni nadie”.