El aeropuerto de Tocumen ya quedó atrás. Panamá recibe a sus visitantes con una autopista abarrotada de autos y con un paisaje que dista mucho del que aparece en las guías turísticas. En los primeros kilómetros de viaje sólo hay vegetación y urbanizaciones cerradas en plena construcción. Hileras de idénticas casas cercadas por un extenso tapial. El "fonavi horizontal" será ocupado próximamente por la clase trabajadora.

Alexis, el panameño que conduce la traffic, reniega por un atasco que es imposible de evitar. "Los autos nos han desbordado. Son súper fácil de conseguir", dice Glenda, la guía turística que va a su lado. El boom del parque automotor le da pie para hablar de otro crecimiento aún más exponencial, el de la construcción, una marca de agua de la Panamá de los últimos 10 años.

Las palabras sobran cuando el desnivel de la traza descubre una postal plagada de rascacielos. La "ciudad moderna" deslumbra a simple vista. El edificio más alto se llama "Trump Tower" y lleva el apellido de su dueño, el hombre que aspira con el sillón presidencial de la Casa Blanca.

En la ciudad de Panamá viven 1.800.000 personas, la mitad que en todo el país. Hay más de 90 bancos y una plaza hotelera que crece a un ritmo agigantado (20% en 2016). Estos dos sectores le dan trabajo a la mayoría de los panameños, quienes dejaron de pescar para sentarse en modernas oficinas.

Esta semana, el gobierno del presidente Varela cumplió dos años. El diario Estrella de Panamá remarcó un crecimiento dispar.  "Algunos motores económicos importantes están teniendo una contracción, por ejemplo la industria manufacturada y la pesca presentaron resultados negativos", se leía en una de sus columnas.

Catorce de los veinte edificios más altos de Latinoamérica están en Panamá.  El estudio Mossack Fonseca forma parte del inmenso corredor de cemento construido sobre el océano Pacífico. Su nombre se transformó en mala palabra para los panameños.  El enojo por la "mala fama" generada tras el escándalo se percibe ni bien se toca el tema con un lugarteniente. "Seguimos adelante pese a todo, nos perjudicó como sociedad", dice Glenda tratando de cambiar rápido de tema.

Antonio, un taxista, admite que todo el mundo sabe de los "engaños fiscales" de los grandes empresarios. "Se usa Panamá para lavar dinero, más en los últimos años", explica mientras maneja en medio de un caos de tránsito. El embotellamiento permite contemplar uno de los tantos contrastes de la ciudad. El barrio "Boca la Caja", un humilde asentamiento de pescadores, quedó emplazado en medio de hoteles, bancos y torres de departamentos. "Los quisieron echar, pero no pudieron. Resistieron", cuenta la guía turística.

Marcos Ocando, gerente de marketing de Copa, línea área que concectará a partir de ahora Rosario con Panamá, habla de un "contraste único en el mundo". "En 10 minutos pasás de tomar un trago en un piso 62, meca del capitalismo del siglo XXI, a pasear calles del siglo XV. No se da en otras partes del mundo", resalta durante la charla que mantiene con la comitiva de periodistas rosarinos que fueron invitados para cubrir el lanzamiento de la nueva ruta.

El salario promedio no supera los 800 dólares. Cada tanto, la ciudad bendice la donación de siete millonarios que aportan dinero para mejorar la estructura del casco histórico. El último gesto caritativo fue para remodelar todas las iglesias: tienen aire acondicionados, almohadones en los bancos y parlantes en las paredes.

La inauguración del nuevo Canal (construcción que une comercialmente al mundo entero) tapó las críticas que quedaban contra "la desregulación financiera". La ampliación se aprobó en un referéndum celebrado en 2006. El triunfo del "sí" fue muy apretado. Muchos panameños pidieron destinar ese dinero a la inversión en educación y salud.  En total, se gastaron  5.4 billones de dólares.  EEUU, China, Japón y Corea del sur son los países que más barcos despachan. Pagan 500 mil dólares por cada pase. 
 
El sol se esconde y muchos panameños salen a las calles de la parte vieja a tomar cerveza y a bailar rumba. Otros, en cambio, deben acostarse temprano. Las pantallas con las cotizaciones de Wall Street los esperan a primera hora de la mañana.