Unos científicos islandeses lograron algo que parecía imposible: convertir el gas dióxido de carbono al estado sólido. Concretamente, la conversión se realizó a roca caliza después de que los europeos inyectaran el nocivo componente con agua en rocas subterráneas.

Así consiguieron formar el nuevo material, dejando atrapado el gas contaminante de manera estable, permanente y natural. Aunque claramente ésta no resulta una solución definitiva, podría representar una respuesta a corto plazo que tenga como horizonte la reducción significativa del impacto de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.

“Esto significa que podemos bombear grandes cantidades de CO2 y almacenarlo de una forma muy segura en un corto período de tiempo”, explicó Martin Stute, coautor del estudio.

Hace poco, en la COP21 celebrada en París, se fijó el objetivo de alcanzar un aumento máximo de la temperatura del planeta de 1.5°C. Esto, entonces, podría ayudar a que la temperatura media no se eleve demasiado y, por ende, puedan moderarse los cambios climáticos que se producen como consecuencia.

Aun así, esto no exime a los países de asumir su responsabilidad en la emisión de gases contaminantes y otros daños que provocan al ambiente en general. Este proyecto se ha realizado en la central eléctrica de Hellisheidi, fue llamado Carbfix y publicado en la revista Science.