“Un atributo de lo infernal es la irrealidad, 
un atributo que parece mitigar sus terrores 
y que los agrava tal vez”.
– J.L.Borges – 

Martín Kohan llegó a la ciudad para hablar de Emma Zunz, el cuento que Jorge Luis Borges publicó por primera vez en 1948, en la revista Sur, y un año más tarde incluyó en el libro de relatos cortos El Aleph. La breve historia narra el crimen que ejecuta una joven de 18 años el 16 de enero de 1922. La víctima es el dueño de la fábrica en la que trabaja; también, es el supuesto responsable de la caída en desgracia de su padre recientemente fallecido; y finalmente, también es un hombre de la década del ‘20. Cuál de las condiciones es la que se impuso en el instante en que Emma Zunz apretó el gatillo, si es que acaso una lo hizo, fue algo de lo que se quiso desentramar a lo largo de las dos horas y cuarenta y cinco minutos que duró la clase maestra que brindó Kohan frente a un auditorio numeroso.

La disertación empezó puntual, a las 19 horas. Durante los primero minutos algunos asistentes rezagados se iban acomodando en las butacas de la Sala Lavardén mientras un Kohan apasionado introducía las primeras ideas sobre Borges. El nombre de la lección ya anticipaba una mirada a contrapelo de la figura de escritor racional, métrico, falto de experiencias pasionales que permeen el texto: “Borges: violencia y cuerpo en Emma Zunz”.

El cuento Emma Zunz le permite a Kohan desfigurar ese imaginario y romper con la falsa dicotomía entre literatura y vida. Primero, plantea que la figura de escritor de “viejo sabio”, “con auras de trascendencia”, creada en torno al máximo exponente de la literatura del siglo XX, ha inhibido su lectura más de lo que la ha fomentado. “Es más admirado que leído” asegura Kohan con respecto a Borges.

Pero además, dicho imaginario condicionó el modo en el que se lo leyó, haciendo sostener contra toda evidencia que no había experiencias del orden de lo vital en la literatura borgiana. “¿Qué es esta dicotomía entre la vida y la literatura? ¿Y los que queremos vivir leyendo? Hay una falsa idea de que hay algo por fuera de esa lectura, que es la vida, que uno se está perdiendo cuando lee. Como si acaso la lectura no fuera también algo físico, que causa efectos en el cuerpo”, afirmó el escritor frente a un auditorio cómplice.

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La exposición no fue un monólogo. Hubo lugar para intervenciones por parte de los concurrentes que se dividieron entre preguntas y aportes, algunos de ellos más que interesantes a los que Kohan aseguró que sumaría a futuras disertaciones de Ema Zunz diciendo que se le habían ocurrido a él.

¿Qué es lo que hace que cientos de personas se junten a escuchar una serie de análisis sobre un cuento? Narrar la narración. Narrar un cuento que a su vez pone el relato en el centro de la escena. A Emma Zunz le llega una noticia que será la desencadenante de los futuros acontecimientos: “Recogió el papel y se fue a su cuarto. Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez; ya era la que sería”.

También el jueves por la noche el relato se impuso. El contar compartido. Lo más parecido a una charla de sobremesa en que las observaciones se van concatenando y parece haberse hallado algo nuevo e inesperado con la mirada conjunta. El jueves por la noche Kohan lo hizo de nuevo y dio paso para los presentes a una nueva admiración hacia Borges, ya no inhibitoria, sino cómplice en la lectura de esas historias que crean los viejos sabios.