Este miércoles culminó el primer juicio penal oral y público por mala praxis contra un profesional de la medicina, sentando jurisprudencia y cerrando un duro capítulo de siete años de reclamos para los allegados de Maximiliano Iñíguez.

Sebastián Solano Seelin fue condenado por homicidio culposo por su atención fallida a Iñiguez, un joven de 21 años que murió por una infección generalizada el 16 de abril de 2014, tras varias intervenciones quirúrgicas por la fractura en una pierna.

En febrero de 2014 Iñiguez ingresó al sanatorio céntrico Los Alerces con diagnostico de fractura expuesta de tibia en un accidente de tránsito en Villa Gobernador Gálvez. Luego de dos meses de intervenciones y agravamiento de su cuadro, Maximiliano falleció el 16 de abril a consecuencia de un paro cardiorrespiratorio producto de una mala praxis que le generó una infección en su pierna izquierda.

El tribunal de Primera Instancia Rafael Coria, Florentino Malaponte y José Luis Suárez le dictó la pena de tres años de prisión condicional y cinco años de inhabilitación para ejercer la medicina. Deberá además fijar domicilio y someterse a control de la Dirección Provincial de Control y Asistencia Pos Penitenciaria.

En tanto el fiscal Walter Jurado de la Unidad de Homicidios Culposos había solicitado la misma pena otorgada por los jueces, y le atribuyó haber violado el deber de cuidado y no haber actuado con la celeridad que el caso requería. La querella, en representación a los familiares del joven había solicitado la pena de cinco años de prisión condicional y 10 años de inhabilitación.

Los hechos

El joven Maximiliano Iñíguez había sufrido una fractura de tibia en un accidente de tránsito el 9 de febrero de 2014, y tras ser asistido en el Hospital Provincial, fue derivado al sanatorio Los Alerces (ex Julio Corso), en San Juan al 3000.

Maxi trabajaba en la Cocina Centralizada, tenía novia, padres, cuatro hermanos y estudiaba. En el sanatorio pasó tres días hasta que el médico traumatólogo programó para el 13 de febrero una cirugía para colocarle un tutor externo para estabilizarle la fractura.

Tras la intervención, los terapistas notaron que tenía un hinchazón en la pierna, y se lo informaron al cirujano. Se le abrieron algunos puntos de la herida y fue sometido a una segunda intervención quirúrgica, y allí sufrió un paro cardiorrespiratorio, a la vez que se agravó el cuadro infeccioso.

Ante esta nueva instancia los profesionales decidieron amputarle la pierna izquierda, operación que dejó al joven en coma, y con severos daños neurológicos.

Tras agonizar durante varias semanas, Maximiliano murió el 16 de abril de 2014 por otro paro cardíaco provocado por la infección generalizada.