El párroco Joaquín Núñez vive hace 25 años en el barrio Bella Vista Oeste, un lugar abandonado y vulnerable de la periferia rosarina. Allí apuesta a la fe desde una capilla humilde, y le da de comer a diario a 300 personas en un centro comunitario. Esta tarde participará de la comisión de Seguridad donde narrará cómo vive la gente de un barrio donde la droga está naturalizada y los conflictos se resuelven por la vía más fácil: a los tiros.

“Es muy dura la zona. Muchos muchachos salen a robar para poder comprar droga, y se matan entre ellos, y matan a otros. Esa es la situación que tenemos”, comenta a Rosarioplus.com, aunque ya no lo hace con asombro sino más bien habituado. 

Respecto a las expectativas del arribo de Gendarmería, consideró: “Si no se varía la práctica y se asume toda la responsabilidad, (Gendarmería) es perder tiempo. Naturalmente más lo social y más comprometido en la conducción del gobierno, para tener un seguimiento, y eso en 25 años no sucedió”.

Pegado a su “ranchito”, como él lo definió, hay un centro comunitario donde se entregan unas 300 raciones diarias a la gente del barrio, aunque remarca que en los últimos meses fue creciendo la demanda. “Viene más gente a comer y vuelve permanentemente a buscar mercadería. Están sumamente necesitados. Y muchos están sin trabajo, lo que es el peligro mayor”, explica.

Según cuenta, la violencia no da respiro y se lo achaca principalmente a las drogas, como ya lo hizo en otra oportunidad con este medio. “Los muchachos por la droga son de gatillo fácil. Hay muchísimos casos”, dice. “La gente tiene miedo. No hablan porque saben que si los descubren los que andan por mal camino, no tienen problema de pegarle un tiro. Yo ya soy viejo pero también soy humano y en algún rincón tengo cierta aprensión”, finalizó.