Javier Milei solo busca el bronce. Un bronce exclusivamente económico. No aplica en las formas, no le interesa. Ni siquiera el poder lo desvela, algo peligroso por la falta de vocación y porque el poder alguien lo llena, nunca queda vacante. El presidente está enfrascado en esa búsqueda del reconocimiento, del éxito económico y a veces choca por ir a mil. 

Apostó por llegar al superávit fiscal y lo logró. Apostó a bajar la inflación (después de haberla subido) y lo está haciendo. Un punto: a qué costo, qué relevancia tiene y con qué consistencia es otra discusión, pero en su plan personal, lograr estas cuestiones era central y esperaba los aplausos que no llegaron. 

Hasta armó una cadena nacional que pretendió convertirla en su Libertadores, pero se opacó con la marcha universitaria que le ganó por goleada. Toda una construcción de un relato. A Milei le da bronca que no le reconozcan una sola.Vengo de la nada, de un panel de TV, y logró esto y ¿nada?”. El “No la ven” lo está gritando cada vez más fuerte.

La clásica cena liberal de la Fundación Libertad era la oportunidad para que regocijarse. Llegó con un aire de excitación y descontando que el apoyo de los presentes sería incondicional. Pero no fue tan así. 

La Fundación Libertad es macrista, no mileista. Ese liberalismo lo duda, lo tiene en la mesita de luz y cada tanto lo tira dentro del cajón. Sobre todo cuando se cansa del personaje. Macri es ellos, es su traje, su prototipo, sus fantasías. 

La tribuna terminó dudando acerca de si verdaderamente Milei es un campeón. Encima se sobregiró en su discurso y básicamente dio una pieza de stand up. “Digo, más que aplausos deberíamos estar regocijándonos que le estamos dando duro y parejo al gasto público.…vamos eh, que les estoy devolviendo libertad a lo loco”, pidió al ver poco acompañamiento y sobredimensionar su logro fiscal.

Los modos del libertario incomodaron por momentos más que nunca cuando criticaba a quienes desconfiaban de su plan. “¿Quieren saber cómo va a subir la economía? ¡Va a subir como pedo de buzo!”, soltó sin aplausos de respuesta. Después impostó la voz en forma de burla de los economistas que lo critican. Melconian estaba a un par de mesas, todos atragantados.

De nuevo: no le importan las formas y tampoco serán necesarias para el busto de bronce que imagina. La historia moldeará ese bronce con sus manos, descartando lo malo, destacando lo próspero. Sarmiento era gruñón. Roca y su Campaña del Desierto. Carlos Saúl, bueno, pero Menem se lo gana y no hablemos de pavadas. Claro, habrá busto si logra los resultados, sino se quedará en arcilla en el cuarto húmedo y oscuro que ocupa.