El curioso caso rosarino
Rosario transita entre juicios y allanamientos resonantes, y un nivel de violencia que no cesa. La Justicia, a veces, hace su parte pero fallan otras agencias del Estado. Tan evidente como preguntarse por las circunstancias que permiten que el crimen organizado continúe sin nada que lo inhiba de manera significativa.
Condenas, allanamientos, desbaratamiento de delitos complejos y golpes cruciales al financiamiento de bandas criminales conforman el panorama de los últimos días en Rosario en la lucha contra las actividades ilícitas. Pero tiene razón el fiscal Matías Edery -uno de los varios protagonistas de estas acciones- cuando señala que la Justicia está haciendo su parte mientras que otros sectores del Estado no se ponen aún a la altura de las circunstancias. De hecho, mientras era condenado a otros 22 años de prisión “Guille” Cantero ya había organizado desde el penal de Marcos Paz donde está detenido una serie de acciones en distintos lugares de Rosario a través de esa especie de “franquicia” que vende a bandas menores. ¿Cómo es posible que este hombre siga delinquiendo en esa escala y vendiendo violencia desde una cárcel sin que las autoridades puedan cortar esos lazos intermedios?
Es claro que sigue habiendo fallas y connivencia en la policía y en el Servicio Penitenciario provincial y federal. Si no se logra sellar esas grietas seguirán filtrándose por allí las acciones que terminan en la escalada de violencia que se ve a diario en Rosario como no existe en otra parte del país. Una cosa es la inseguridad general, la proliferación de los delitos predatorios y otra muy distinta la instalación de un sicariato asentado como negocio sobre la venta de drogas y la extorsión.
La pobreza, la degradación social pueden explicar una parte de las actividades delictivas que generalmente se relacionan con los robos que sufren los ciudadanos en todo el país. Ese fenómeno extendido es muy complejo de controlar y combatir aunque se intenta de manera diaria. Lo que no encuentra explicación es el asesinato cotidiano entre los actores con una saña cada vez más notoria que llega a contabilizar 69 casquillos de 9mm en un solo hecho como el de días pasados en Nuevo Alberdi. ¿De dónde salen armas y proyectiles de guerra en esa cantidad y escala? Nadie ha dado hasta ahora una respuesta concreta. Es más, en ese asesinato hay testimonios del uso de uniformes policiales. Ya pasaron varios días y todavía no hay certezas al respecto en la pesquisa.
¿Cuántos son los delincuentes que están dispuestos a disputar así sus territorios? ¿Cientos, miles? ¿Estos grupos no tienen fin y seguirán librando estas batallas a sangre y fuego por siempre? En las películas de la mafia siempre hay escaladas de violencia pero siempre se llega a un punto en el que terminan estas acciones porque perjudican el “negocio” de todos. Acá parece ser que el “negocio” es no parar nunca y eso es lo que llama la atención.
Ahora toda la artillería está puesta acá. La coordinación entre la Justicia federal y provincial no tiene antecedentes, los recursos de Nación tampoco. También se advierte otra decisión política al respecto al admitir por primera vez en muchos años que Rosario tiene un problema que excede a las fuerzas locales y provinciales. Sólo faltan los resultados que están tardando en llegar.